En este grupo están los países latinoamericanos. El exiguo medallero conseguido en Londres y en olimpíadas anteriores, es una muestra del fracaso de la región. El deporte amateur está relegado de las políticas de Estado, siendo casi inexistentes la inversión gubernamental y el apoyo del sector privado. La tendencia es clara. EEUU, China, Rusia, Gran Bretaña y países emergentes como Corea del Sur, se hacen cada vez más inalcanzables para los latinoamericanos. Hay algunas excepciones, como Cuba, con una fuerte cultura deportiva basada en la filosofía comunista, que consiguió 194 medallas o el 40% de las 474 que obtuvieron los países de la región desde los primeros juegos olímpicos de Atenas en 1896.
Brasil, por su parte, muestra el mayor repunte con 49 de sus 91 medallas en las últimas cuatro olimpíadas anteriores a Londres, mientras que Argentina es el caso inverso, habiendo obtenido más preseas en Ámsterdam, 1928; Berlín, 1936 y Londres, 1948, que en las más recientes. Y México, con 55 en total, jamás superó las nueve que consiguió cuando hospedó los juegos en 1968.
En la región los deportes en equipos y semi profesionales, como el fútbol, básquet, boxeo y voleibol, consiguen mayor apoyo y medallas; pero natación, gimnasia y atletismo, entre otras disciplinas, terminan siendo prácticas elitistas, reservadas para los atletas muy descollantes, aquellos que atraen auspicios, o para quienes disponen de recursos propios. De ahí que las quejas ante la falta de apoyo, sea el denominador común en la zona.
El venezolano Rubén Limardo, quien entrena y vive desde hace ocho años en Polonia, ya antes de ganar su oro en espada individual en Londres, señaló al Ministerio de Deportes de Venezuela por la escasez de soporte. El velocista boliviano, Bruno Rojas, dijo que "el apoyo fue nulo", que su familia tuvo que comprarle ropa y calzado deportivo, mientras algunos funcionarios demagógicamente atribuían sus triunfos a los programas estudiantiles deportivos. Para el nuevo héroe guatemalteco, Erick Barrondo, medalla de plata en marcha de 20 kilómetros, la historia es parecida. Criticó el poco incentivo deportivo para los jóvenes de su país, a quienes les resulta más fácil conseguir armas que zapatillas.
Los deportistas latinoamericanos compensan la falta de apoyo con recursos y sacrificios propios, inspirándose no solo en logros de atletas de países desarrollados como los alcanzados por el estadounidense Michael Phelps, récord olímpico con 22 preseas, o por el velocista sudafricano Oscar Pistorious, "Blade Runner", quien hizo historia corriendo con sus prótesis de fibra de carbono. Lo hacen también, apreciando la obra descomunal de los jamaiquinos Usain Bolt y Shelly-Ann Fraser-Pryce, los más veloces del planeta; del brasileño Arthur Zanetti que le arrebató el mote de "El Señor de los Anillos" al chino Chen Yibing o del dominicano Félix Sánchez, quien se llenó de oro en los 400 metros.
Los gobiernos latinoamericanos, anfitriones por segunda vez de una olimpíada, deben imponerse objetivos y planes deportivos más sustentables. No solo para cosechar más medallas en 2016, sino para sacar al deporte amateur del subdesarrollo y revalidarlo como la mejor inversión para la salud pública e inclusión social, y como el antídoto natural contra las drogas y la inseguridad.