El último nivel académico y el que proporciona el saber en su totalidad y en forma universal es la universidad. La Institución destinada a la enseñanza superior (aquella que proporciona conocimientos especializados de cada rama del saber), que está constituida por varias facultades y que concede los grados académicos correspondientes. La universidad lleva sirviendo para una finalidad desde el siglo XII, pues la formación en una carrera profesional es un propium de la primigenia idea de universidad. Tiene entre objetivos, misión y finalidad, preparar a los alumnos para que puedan enfrentar los desafíos y satisfacer las necesidades de la sociedad, promover la investigación, la educación integral y hacer tareas de extensión universitaria y pedagógica. Además, avanzar, organizar y coordinar la marcha de la evaluación propia para el aseguramiento de la aptitud e idoneidad y el progreso interno, contribuir a la construcción de una cultura de fortalecimiento de la calidad para la acreditación de carreras y programas de Pregrado.

Si bien es cierto que la universidad prepara futuros profesionales para el mundo del trabajo, no significa ello que debe incorporar en sus clases formativas únicamente prácticas profesionales, sino además el específico objetivo laboral. Ello no significa que un alumno universitario debe ser garantido por la misma universidad para insertarse de inmediato en un puesto de trabajo o que en ella misma se trabaje con expeditivas laborales. Esta es la confusión actual de los requerimientos de quienes plantean la inserción laboral para el mundo empresarial o de profesionales varios que lo alientan o también la frustración alcanzada por el recién recibido que termina afirmando no encontrar ocupación y tener que rebuscárselas en cualquier otra actividad. Lo que quiero decir, al afirmar que la universidad debe incorporar el objetivo laboral, es que desde sus académicos deben proponerse las verdaderas creaciones e innovaciones con las herramientas que la misma universidad les brinda oportunamente y que sus egresados deben mejorar, superar y demostrar con sacrificio y abnegación porqué lograron el título y realizar diseños, propuestas e invenciones que les permitan ser captados por quienes observen tales avances de los referentes profesionales. Entonces, incorporar el objetivo laboral, no significa dormirse en los laureles de un título, sino probarse a sí mismo porqué se le obtuvo.

El problema, no obstante, es complejo y siempre se ha venido cuestionando el grado de adecuación entre oferta y demanda formativa, y el grado de correspondencia entre la formación que impartía la enseñanza superior y el mercado de trabajo (Tejada, 2000). Poner énfasis en los contenidos académicos es resaltar que en los procesos instructivos resultan significativas todas las creaciones, producciones y elaboraciones del alumnado que hayan sido transferidas al medio durante la carrera (Correa D’Amico, Mario D. 2018). Así pues, la universidad, no sólo debe transferir conocimientos científicos y preparar en la técnica específica, sino también educar en el espíritu, concebir personas cultas y no sólo con saberes científicos, sino además con formación ética, artística y práctica de aplicación al medio social, natural y virtual.

 

Por Mario Daniel Correa D’Amico – Profesor, filósofo, pedagogo y escritor.