Clinton dio su primera conferencia de prensa formal en más de nueve meses, el 8 de septiembre y duró menos de 20 minutos. Lo que es mucho más sorprendente es por qué la campaña de Clinton todavía no la ha convencido de que sea más abierta con los medios, y ponga fin a las teorías conspirativas de Trump.
Increíblemente, la campaña de Clinton ha permitido que Trump se presente a sí mismo como un paladín de la transparencia, cuando la realidad es que él es mucho menos transparente que ella. Como bien lo dijo David Axelrod, ex estratega de campaña de Obama, ‘los antibióticos pueden curar la neumonía. ¿Cuál es la cura para una afición poco saludable por la privacidad que crea constantemente problemas innecesarios?”
Es difícil comprender por qué Clinton se rodea en un manto de silencio, y trata de evitar a la prensa. Al igual que muchos otros periodistas, he estado solicitando una entrevista con ella durante más de un año, sin resultando alguno. A estas alturas de su campaña en 2008, el presidente Obama me había concedido dos entrevistas, y luego me dio una tercera ya como presidente en el 2011.
Jorge Silva, portavoz de la campaña de Clinton, me dijo que la candidata ha dado más de 300 entrevistas este año, y que ‘la estrategia ha sido enfocarse en los medios locales, y hablar sobre temas locales”. Puede que así sea, pero eso no explica la renuencia de Clinton a hablar sobre temas de mayor alcance.
Luego de ocho años en la Casa Blanca como primera dama, cuatro años como senadora federal y otros cuatro como secretaria de Estado de EEUU, Clinton tiene más experiencia en temas de política doméstica e internacional que probablemente nadie. Una posible explicación de la aversión de Clinton a la prensa es que ella es abogada, y los abogados suelen hablar lo menos posible sobre sus casos. Otra es que la investigación de los escándalos durante el gobierno de Bill Clinton la convencieron de que es mejor errar del lado de la precaución.
Sea cual fuere la razón, el silencio le está haciendo daño. Ha permitido que Trump aumente sus ataques sobre la supuesta falta de transparencia. Increíblemente, muy pocos están hablando sobre la falta de transparencia y los conflictos de intereses de Trump, que son mucho mayores.
Trump es el primer candidato presidencial en casi cuatro décadas que no ha dado a conocer sus declaraciones de impuestos. Ha basado su narrativa en su supuesto éxito empresarial, y en el haber creado una fortuna de 10.000 millones de dólares, pero no hay modo de saber si eso es cierto. Varias de las compañías de Trump se han ido a la quiebra, y The New York Times, Bloomberg y otras publicaciones han concluido que su fortuna es mucho menor de lo que él dice.
Lo que es más, se sabe muy poco sobre su Fundación Trump, o sobre sus intereses comerciales en 22 países, incluidos Arabia Saudita y China. Y ha rechazado crear un fideicomiso ciego para sus activos en caso de ser electo y, en lugar de eso, entregará los negocios a sus hijos.
