Si el Ejecutivo provincial adelanta o no las elecciones es una disyuntiva que todo el arco político sanjuanino, y particularmente el oficialismo, intenta responder hoy. Cuáles son las ventajas y las desventajas, qué opina la sociedad y hasta la posibilidad de un replanteo profundo del Código Electoral, son incógnitas que desvelan al peronismo sanjuanino por estos días. La preocupación se afinca en cumplir con dos obligaciones difíciles de armonizar: conducir al Frente Todos a una victoria holgada y, a su vez, mantener un ritmo institucional sin sobresaltos, sin problemas económicos. Hay razones para adelantar, pero también las hay para no adelantar; y hay quienes adhieren a una idea y a la otra, a pesar de pertenecer al mismo equipo. Con la mente puesta en mitigar el impacto negativo de esa movida, alguien de vasta experiencia política propuso eliminar las PASO sanjuaninas para evitar que la sociedad se moleste con tantas votaciones, y fijar la fecha de la general por Ley, tal y como es para cargos nacionales. Pero en el círculo más íntimo del pocitano miran de reojo ambas ideas. Hoy todo está en estudio, y nadie quiere hablar del tema, porque hacerlo sería mostrarle las cartas al rival. Es un laberinto que deberá descifrarse cuanto antes, ya que impacta en todos. La estrategia para obligar a la oposición a mostrar sus cartas.
Como alguna vez se leyó en estas columnas dominicales y a pesar de que lo nieguen públicamente los integrantes sanjuaninos de Cambiemos, crece la idea de que Marcelo Orrego se presente como candidato a gobernador y a diputado nacional a la vez, algo parecido a lo que ya hizo el actual senador Roberto Basualdo hace algunos años. Si Orrego decide usar esa estrategia, cuestionable pero legal al fin, le conviene que la provincia no modifique la fecha de elecciones porque tendrá un candidato a presidente en su boleta y se supone que aparecer en el mismo voto que este presidente, porque Mauricio Macri seguramente buscará su reelección, será beneficioso para él. Si el uñaquismo define adelantarla, Orrego igual podrá ser candidato en ambas elecciones, pero perderá el poco o mucho arrastre macrista y deberá exhibir sus cartas mucho antes de lo que se esperaba. Hoy Orrego y todo su sector saben que será muy difícil vencer al oficialismo y buscan desesperadamente una estrategia que lo deje bien parado para 2023. Temen que, por no tener candidato, terminen quemando al que mide más o menos bien, ya que el que mide mejor, Roberto Basualdo, decidió no participar.
En cambio, para Sergio Uñac el alineamiento nacional es un verdadero problema. Por pensamiento y porque es muy probable que en ese sector termine atrincherado José Luis Gioja, Uñac no puede asociarse al kirchnerismo, a pesar de que no haya en el horizonte cercano alguna otra variante opositora de peso. Para este dilema aún no hay soluciones, y el adelanto de las elecciones parece la única herramienta posible, incluso sabiendo que puede resultar impopular y peligrosa. ¿Cómo es la maraña electoral en la que podría meterse el uñaquismo? Lo primero que hay que señalar es que la fecha de elección para cargos nacionales (presidente, vicepresidente, diputados y senadores nacionales) está fijada por ley. Eso lo hizo el kirchnerismo y le da transparencia a la contienda electoral. Las PASO nacionales son el 11 de agosto de 2019 y las generales el 27 de octubre, segundo domingo de agosto y cuarto domingo de octubre, respectivamente. Si el uñaquismo quisiera separar lo más que pueda las elecciones provinciales (gobernador, vicegobernador, intendentes, concejales y diputados provinciales) de la nacional, debería hacerlo con el máximo que le permite la ley, es decir, hasta 120 días desde el 10 de diciembre de 2019, cuando finalicen los mandatos. Si el cálculo no falla, eso sería el 18 de agosto de 2019. El problema es que al querer separarlas el mayor espacio de tiempo posible para evitar el arrastre electoral, los tiempos electorales se achican demasiado: la convocatoria a la general debería hacerse el 11 de mayo (90 días antes); y habría que votar la interna el 20 de abril. Para ello, la convocatoria a esas internas debería hacerse el 10 de enero. Es decir, recibiríamos el 2019 hablando de elecciones y para octubre, cuando se realice la general nacional, la gente estará más que harta de candidatos, campañas y roces entre políticos. Además obligaría a opositores y oficialistas a buscar definiciones rápidas, casi a mitad de este año, cuando aún no se sabe si quiera si el macrismo conservará las PASO. En caso de que el uñaquismo decidiera pegar su elección con la nacional, pero hacerla en fechas distintas, debería contar hasta 60 días antes de la finalización de los mandatos, lo que arrojaría el siguiente calendario electoral: domingo 13 de octubre la general (14 días antes que la nacional); y PASO el 17 de junio. Algo poco probable, más que nada por los tiempos políticos. No tiene sentido hacerla un día distinto de la nacional, si la van a hacer con dos semanas de distancia.
Claro que conviene en términos políticos el adelantamiento, aunque estarían obligando a la gente a ir a votar al menos cuatro veces en un año. Al menos cuatro porque habría que ver qué harían Rivadavia y Santa Lucía, dos departamentos dominados por la oposición que podrían también cambiar sus fechas. Para evitar ese efecto claramente impopular y porque la ley de PASO sanjuanina tiene varios vicios, en una oficina del Centro Cívico creció la idea de eliminar las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias y aprovechar el mismo acto legislativo para fijar fecha de elecciones por ley como hizo el kirchnerismo a nivel nacional. Lo último es un peligro latente, porque puede beneficiar hoy, pero nadie sabe cómo seguirá el escenario político en décadas sucesivas y el mismo peronismo podría terminar perjudicado al despegar una elección de otra para siempre. Pero también sería un golazo en términos institucionales porque transparentaría todo el proceso y, seguramente, caería muy bien en el electorado. Esa idea tomó fuerza esta semana, aunque en el entorno más cerrado de Uñac la descartaron de plano. Si esa negación es real, casi podría asegurarse que el Gobierno adelantará la contienda electoral, incluso a sabiendas del posible costo político.
También es importante que el peronismo se mire hacia adentro al momento de trazar los planes electorales. ¿Qué hará José Luis Gioja? Hoy el exgobernador sigue empeñado en hacer todo el daño que pueda, tanto a nivel nacional como en San Juan. Ya pidió varias veces que Macri no termine su mandato. E insiste en complicar la gestión de Uñac vías redes sociales y mandando “invitados especiales” a las manifestaciones. Eso lo saben en Casa de Gobierno y sospechan que lo volverán a tener como rival el año que viene. Gioja es otra decisión difícil para Uñac. Ya le hizo saber quién manda, pero el casi septuagenario dirigente insiste en su derrotero y Uñac deberá lidiar con él otra vez, parece. Gioja tiene varios caminos y ninguno seguro: ser el candidato del cristinismo en San Juan y dar la batalla solo y como pueda; bajar el copete y arreglar con Uñac alguna salida elegante, que hasta podría ser el municipio de Rawson; o terminar el mandato e irse a su casa a responder sus obligaciones judiciales, que lo tienen a tiro de pichón. Gioja ya no se animó a hacer internas el año pasado y es difícil que se anime a hacerlas el año que viene. Uno de los problemas de las PASO que él mismo aprobó en San Juan es que para poder ser candidato a gobernador, tiene que presentar boleta en al menos diez departamentos. Las consecuencias de una interna para él y para el PJ sanjuanino serían hoy de difícil cálculo. A Gioja no le quedó otra que la unidad, pero el año que viene será su último tiro, y debe apuntar demasiado bien. Adentro del PJ ven una pelea, afuera aplauden al gobernador por ser distinto al actual diputado nacional.
Más allá de todos estos vericuetos legales y políticos, lo que Sergio Uñac debería observar hoy, más allá del resultado de un candidato en una lista departamental o provincial, es su propio futuro. El uñaquismo ha desplegado un operativo nacional cuya base se sustenta, aparentemente, en cuatro ejes: los buenos resultados de la elección del año pasado, su juventud, su orden institucional y su cintura para conducirse con el rival, a pesar de tener ideas políticas distintas y a pesar de los roces de los últimos dos meses. De todos esos ejes tal vez el más importante sea el primero, el de los resultados electorales. Si el sanjuanino no logra una elección holgada el año que viene, sus aspiraciones nacionales podrían caer como castillo de naipes. ‘Lo del año pasado fue importante, pero lo que viene es fundamental’, suele decirles a sus más allegados. Hoy está en un lote privilegiado, pero mañana no se sabe. Lo distingue su imagen ganadora, pero si pierde o no le saca ventaja a la oposición, caerá en el equipo de los perdedores del peronismo, en el que están prácticamente todos. Y ojo con criticar la jugada de Orrego, porque en las reuniones con los intendentes de este fin de semana y cuando, pareciera, el efecto de la sobremesa había dominado el ambiente, se le escuchó decir a más de uno: “Vos -Sergio- tenés que adelantar las elecciones, porque después podés volver a presentarte en otro cargo, otro que nos sirva a todos en el país”. Cosas de sobremesa.