Un anuncio histórico, inesperado y humilde fue el que revolucionó el mundo. El mismo Benedicto XVI dio la noticia de su renuncia al oficio de Sumo Pontífice de la Iglesia. Desde la tarde del jueves 28 de febrero, la sede episcopal de Roma estará vacante y enseguida se convocará al cónclave para elegir al sucesor del apóstol Pedro. La decisión del pontífice fue adoptada hace varios meses, luego del viaje del 23 al 28 de marzo de 2012, y habiendo "repetidamente examinado” la propia conciencia "ante Dios”, a causa del avance de la edad. Benedicto XVI explicó que sus fuerzas no le acompañan "para ejercer en modo adecuado la tarea inmensa” exigida a quien es elegido "’para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el evangelio”. Sólo por esto, el romano pontífice "bien consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad” renuncia al ministerio de obispo de Roma que le fue confiado el 19 de abril de 2005.

Los términos que Benedicto XVI ha elegido en el texto de la dimisión indican el respeto de las condiciones previstas por el código de derecho canónico para la renuncia a un cargo que no tiene parangón en el mundo, por el peso real y la importancia espiritual. En efecto, el texto legislativo exige que para la renuncia sea válida debe ser libre y se debe manifestar formalmente, pero que no sea aceptada por nadie. El futuro de quien se convertirá en Papa emérito será en un convento de clausura dentro de los muros vaticanos, como él mismo lo ha expresado, teniendo conciencia que el servicio papal, "por su esencia espiritual”, puede ser realizado también "sufriendo y orando”.

La renuncia siempre estuvo en la mente de Benedicto XVI. Lo expresó en el libro entrevista del pontífice con el periodista alemán Peter Seewald, "Luz del mundo”, al declarar que "cuando un Papa llega a la clara conciencia de no estar más en grado física, mental y espiritualmente de cumplir el encargo confiado, entonces tiene el derecho y en algunas circunstancias el deber de renunciar”. Tampoco se puede negar su admiración por un Papa santo y de una exquisita espiritualidad: Celestino V. Éste dimitió luego de cinco meses en la cátedra pontificia.

Benedicto XVI adoptó una decisión humana y espiritualmente ejemplar, en la plena madurez de un pontificado que, desde el inicio y por casi ocho años, no ha dejado de asombrar y dejar una huella profunda en la historia.