Boris Johnson acaba de realizar en Gran Bretaña la mejor elección para el Partido Conservador desde la Segunda Guerra Mundial. Este personaje polémico, ahora más que nunca legítimo legatario del Brexit, encarna como ninguno el ideal británico de la vuelta a la grandeza del antiguo imperio.
Populista moderno, aúna a la idea de desprenderse de Europa el freno a la llegada masiva de inmigrantes que, creen los que lo votan y acompañan, sólo traen pobreza, mayores gastos y una notable pérdida de la excepcionalidad británica.
Amante de Grecia y de su historia, en septiembre, en defensa del avance tecnológico e incluso del Brexit, Johnson citó el mito de Prometeo en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Este titán, convencido de la desventaja de los hombres frente a los demás animales, decidió robar fuego del sol, que era el carruaje del dios Helios, o quizá de la forja de Hefesto, y devolvérselo a la humanidad como principal elemento para su defensa. Hasta ahí la ponderación al avance tecnológico.
Pero luego citó la parte en que Zeus resolvió castigar a Prometeo eternamente. Para ello ordenó amarrarlo y hacer que un águila devorara su hígado durante el día para que este volviera a crecer en la noche, tortura que comparó con el devenir del Brexit, hasta que fue rescatado por Hércules.
Quizá Johnson se vea a sí mismo como un moderno semidiós, un restaurador de un pasado idealizado y depositario de la esperanza de sus ciudadanos y un representante de ideas que llegaron como políticas de gobierno de la mano de un personaje que parece olvidado: el austríaco Jörg Haider.
Cuando en 1986 el joven y carismático abogado Haider se convirtió en el líder del Partido de la Libertad de Austria -FPÖ-, generó un terremoto político nacional que ya no se detuvo. Había transformado a su pequeño partido, que habitualmente concentraba el 5% de los votos, en un fenómeno político, logrando convertirse -entre 1989 y 1991- en el gobernador de Carintia.
En ocasión de ocupar de nuevo el cargo ocho años después, el terremoto dejó de ser local para convertirse en europeo. Su partido amenazaba la tradicional alianza entre socialdemócratas y liberales y sus ideas de conservadurismo social, antiinmigracionismo, liberalismo económico y euroescepticismo eran por entonces consideradas peligrosas.
Finalmente moriría el 11 de octubre de 2008 en un extraño y no lo suficientemente aclarado accidente de tránsito, dejando miles de seguidores por toda Europa. Las oligarquías y los gobiernos del viejo continente creyeron que con él morían también sus ideas, pero eso nunca pasaría. El huevo de la serpiente no era él, las ideas que expresaba habían nacido como respuesta al "Mayo Francés del 68" y llevaban treinta años cociéndose.
Hoy Haider es sólo uno más en un fenómeno que crece de la mano de Marine Le Pen en Francia, Johnson en Gran Bretaña, Matteo Salvini y Giorgia Meloni en Italia, Santiago Abascal en España o Frauke Petry en Alemania. De hecho, la propia Austria es gobernada por Sebastian Kurz, un joven conservador que expresa cabalmente el discurso y las ideas identitarias.
Lo curioso es que quizá todo estaba escrito en una leyenda de la mitología griega post-homérica.
Resulta que, de alguna forma, la mitología no sólo surgió para comprender las conductas de los hombres, explicadas a través de sus dioses, sino para entender y expresar los miedos y hasta para encontrar vaticinios.
La leyenda cuenta que Faetón se jactaba ante sus amigos ser el hijo del dios Helios, pero ante la incredulidad y las burlas que recibía como respuesta decidió, para demostrar sus dichos, exigirle a su padre que le permitiera conducir el sol al menos un día.
Helios, sabedor de la inexperiencia de su hijo, intentó persuadirlo para que no lo hiciera, pero finalmente Faetón logró su cometido. Trepó al sol el que, tirado por caballos blancos, se salió de la conducta que todos esperaban que debiera respetar.
Primero voló demasiado alto, haciendo que la tierra se enfriara, luego demasiado bajo, haciendo que todo calentara y ardiera. Lo hizo tan al ras del suelo que convirtió el norte de África en un desierto y tostó la piel de sus habitantes. Los dioses no esperaban que un recién llegado rompiera el orden establecido y todos se quejaron ante Zeus.
Al máximo dios de los griegos no le quedó más que intervenir y le arrojó a Faetón un rayo que lo precipitó a la tierra para luego ahogarse en el río Eridano, el actual Po.
La muerte de Haider en un accidente tiene una fácil analogía con la mitología griega.
¿Pero qué tiene que ver con los hechos que se relatan? Cuando apareció rutilantemente en el escenario austríaco, Haider interpretaba políticamente una nueva idea que parecía peligrosa para su contexto histórico: el nacionalismo étnico. Lo hacía acompañado de un conservadurismo social y una perspectiva económica liberal.
A partir de 1999 Haider, con gran proyección nacional, condicionó la política austríaca y retomó la gobernación de Carintia, la que mantuvo hasta el momento de su trágico final.
Había despertado, con su nueva ideología, múltiples temores. Es que en un país germánico, parte integrante del antiguo Tercer Reich, llegaba a un gobierno regional alguien que era hijo de militantes nacionalsocialistas y que encima hablaba de identidad étnica y de diferenciar al grupo nacional de la minoría eslovena que habitaba en su región.
Hasta que se produjo una extraña coincidencia con lo mitológico. Haider conducía en soledad su auto Volkswagen "Faetón", el más seguro de Europa en ese momento, cuando -se sospecha- alguien le arrojó, cual rayo de Zeus, un poderoso elemento esférico "nunca encontrado" que destruyó el parabrisas blindado e hizo que su conductor perdiera el control de su vehículo y se estrellara.
Como sucede en estos casos, pronto comenzaron los debates acerca de si el líder del FPÖ circulaba alcoholizado, si iba a la velocidad que correspondía o si todo fue un atentado que se pretendió ocultar.
Probablemente nunca se sabrá la verdad, pero ese no es el tema. Hoy ya no sorprende la combinación de nacionalismo, etnocentrismo, euroescepticismo, antiinmigracionismo y liberalismo económico. El "Brexit duro", que acaba de ser confirmado definitivamente, en el fondo expresa todas estas ideas. Se trata de un experimento económico y político que demuestra que Europa ha cambiado y que Haider, de pronto, se vio revisitado.