Frente a algunos malos entendidos, queremos aclarar la doctrina de la Iglesia Católica sobre la anticoncepción, que es muy clara y concreta, y está explícitamente enunciada en el Catecismo, que es el compendio de la fe y la moral que todo católico debe seguir si pretende ser fiel a Jesucristo. En efecto, el Catecismo lo trata al referirse a "la fecundidad del matrimonio”. Dice el Catecismo que "todo acto matrimonial en sí mismo, debe quedar abierto a la transmisión de la vida. Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador”. Este texto claramente expresa que no debemos hacer infecundo el acto sexual mediante métodos anticonceptivos para la regulación de la procreación; "es intrínsecamente mala toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación”. Se deduce entonces que son intrínsecamente inmorales los métodos tales como: píldoras anticonceptivas, preservativos, DIU, la esterilización directa anticonceptiva ("en previsión del acto conyugal”), también el coito interrumpido ("en su realización”) y también el impedir la anidación del embrión en el útero materno con drogas o elementos ("en el desarrollo de sus consecuencias naturales”).
El Catecismo nombra al "anticoncepcionismo” en el 2370: "Al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal. Esta diferencia antropológica y moral entre la anticoncepción y el recurso a los ritmos periódicos implica dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana irreconciliables entre sí”. Por lo tanto, el católico fiel a estas enseñanzas del Espíritu Santo, no debe usar métodos anticonceptivos, independientemente de las razones o intenciones que persiga para ello. Un principio moral básico expresa que siempre "el fin no justifica los medios”. Los medios no son nunca ajenos al acto moral. Por eso, si los cónyuges necesitan "’regular la procreación” usarán métodos que no alteren el acto sexual, porque para que el acto sea bueno, debe serlo tanto el medio usado como el fin buscado. Dice el Catecismo: "Los esposos ordenarán su comportamiento según los criterios objetivos de la moralidad: el carácter moral de la conducta, cuando se trata de conciliar el amor conyugal con la transmisión de la vida, no depende sólo de la sincera intención y la apreciación de los motivos, sino que debe determinarse a partir de criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos; criterios que conserven íntegro el sentido de la donación mutua y de la procreación humana en el contexto del amor verdadero; esto es imposible si no se cultiva con sinceridad la virtud de la castidad conyugal”. Los únicos métodos que cuadran dentro de estos conceptos, son los llamados métodos naturales (Billings y Sintotérmico), que respetan totalmente la "apertura a la fecundidad” del acto sexual. El Catecismo dice: "La continencia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundados en la autoobservación y el recurso a los períodos infecundos son conformes a los criterios objetivos de la moralidad. Estos métodos respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica”. Estos métodos son morales, porque no son anticonceptivos, ya que no alteran la naturaleza y finalidad del acto matrimonial, y siempre deben usarse dentro del marco de la paternidad-maternidad responsable. La fidelidad al plan de Dios implica la inseparable conexión entre la unión sexual y la procreación o apertura a la vida.
