Calles de San Juan sin colapso de tránsito, fotos en Facebook de amigos en playas chilenas y uruguayas, los dichos de un referente del empresariado argentino, Luis Pagani, presidente de Arcor, “sintiendo pena por los más de U$S 16.000 millones gastados en el último año por argentinos en el exterior” y el tema de discusión sobre la supuesta “traición a la patria” de aquellos políticos que a contramano de sus afirmaciones nacionalistas, eligen destinos foráneos para gozar de sus ¿merecidas? vacaciones, entre otros factores motiva la presente columna de opinión.

Por un lado trataremos de reflexionar acerca de una tendencia mundial en los jóvenes “la de viajar y vivir en el exterior”, la cual sobre fines del siglo pasado y producto del desarrollo en paralelo de los medios de transporte, de comunicación y de pagos, se ha verificado como un proceso irreversible y creciente a nivel mundial. Por otro lado, a partir de un breve análisis estadístico, evaluaremos la potencialidad de nuestro país para constituirse en un destino mundial del turismo de ocio, revirtiendo la situación actual, lo que requiere de políticas de estado y el accionar del sector privado, que permitan explotar las bellezas naturales con que nuestro país fue bendecido.

En relación al primer objetivo basta una breve conversación con los milenials de la nueva generación, para comprender que cada vez son más los jóvenes, que mediante los sistemas de work and travel o la realización de cursos, eligen EEUU, Australia, Nueva Zelanda o países europeos como destino para iniciar su experiencia laboral y educativa disfrutando, a su vez, del descanso y el turismo.

Esta visión generacional de un mundo al alcance de la mano, nos permite vislumbrar a futuro una generación de ciudadanos globales.

Suponer la validez y procedencia a futuro de políticas proteccionistas que intenten retener esta emigración de jóvenes es una mera utopía, debiendo ser el objetivo el de transformar nuestro país en receptores de estos ciudadanos globales. Una Argentina con necesidades demográficas, sin problemas étnicos y envuelta en un velo de virginidad, en donde todo está por hacerse, debería ser el destino obligado y preferido de esta nueva generación.

La hasta hoy ponderada calidad educativa de nuestra universidad pública, nuestra apertura social y nuestra calidez humana como sociedad, deberían ser los ejes de trabajo para transformar nuestra posición de emigrantes a inmigrantes de jóvenes. Conquistar y retener ciudadanos extranjeros capacitados y hacer retornar a nuestros jóvenes especializados, deberían ser los objetivos a lograr.

Dejando de lado esta visión de futuro y concentrándonos en nuestra realidad, a la luz de las estadísticas del Ministerio de Turismo de la Nación (http://www.turismo.gov.ar/estadisticas), podemos apreciar la situación en comparativo en la serie de tiempo 2005 a 2017, del turismo internacional en Argentina, resaltándose algunos años considerados relevantes. ((Ver recuadro))

Del análisis de los mismos surge que hasta el 2014 existió un saldo positivo en términos de la ecuación turismo receptivo-turismo emisivo, situación que se revirtió en los últimos 3 años, con una estimación a que el problema se agudizará a futuro.

Los parámetros a analizar son variados:

A nivel receptivo. * La falta de una política de estado en turismo receptivo internacional, la que incluye entre sus debilidades más importantes la falta de infraestructura logística a nivel de interconexiones provinciales y centros turísticos, sumado a la carencia de servicios turísticos en zonas menos desarrolladas.

* Una macroeconomía caracterizada por un fuerte y constante proceso inflacionario que junto al retraso de tipo de cambio transformó a nuestro país como un destino caro para el turista internacional.

A nivel de turismo emisivo.* La idiosincrasia argentina de subvaluar nuestras propias riquezas turísticas en relación a las del exterior.

* La apreciación de nuestra moneda en relación al dólar, la quita de restricciones a la compra de divisas y tasas al consumo externo en paralelo a los altos precios de los servicios turísticos a nivel local, han sido el combo ideal para generar un déficit que en 2017 rondaría los 2.000.000 de personas.

El proceso que verificamos en los últimos tres años debe revertirse y su solución debe ser prioritaria en la agenda del gobierno.

 

 

Año        Turismo receptivo    Turismo emisivo    Saldo

               

2005      1.788.712,00              1.124.360,00          664.352,00

2010      2.647.869,00              1.900.833,00          747.036,00

2014      2.466.700,00              2.466.600,00         100,00

2015      2.304.700,00              2.888.900,00         -584.200,00

2017*    2.063.000,00              3.849.000,00        -1.786.000,00

                

*Datos período Enero-Octubre