Una mujer muere cada 35 horas por violencia de género en la Argentina. En los últimos cinco años fueron cerca de 1.300 los femicidios registrados por la ONG Casa del Encuentro, y en la mayoría de los casos tienen como victimarios a relaciones cercanas.
El caso más emblemático de esa forma de agresión fue el asesinato de Wanda Taddei en 2010, cuyo crimen derivó en una condena de 18 años de prisión para su esposo, Eduardo Vázquez, exbaterista del grupo Callejeros. La semana pasada una joven denunció que fue golpeada y obligada a ingerir nafta por su marido, un militar de 22 años, hecho ocurrido en la vivienda de la pareja, casada hace 15 días, en Bahía Blanca. En otro hecho, sucedido también en la semana última en San Martín, Buenos Aires, la afectada no fue sólo la exmujer; también existieron víctimas colaterales: su hija y un varón gravemente herido.
De los 255 femicidios registrados en 2012 por el Observatorio de Femicidios de la entidad, en 34 casos había denuncias previas de violencia, y en 14 casos los agresores habían sido excluidos del hogar o debían cumplir restricciones de acercamiento. Todo esto indica que muchos femicidios son muertes que podrían evitarse con una efectiva protección de la víctima. Estos hechos muestran la acuciante necesidad de que el Estado tome este tema como una prioridad urgente y que asigne los recursos para trabajar en la prevención, la sensibilización, la asistencia integral y directa a las víctimas y la sanción a los agresores que no respeten las medidas dictadas por la Justicia.
Todavía se suele escuchar el lamentable calificativo de "crímenes pasionales”, que busca justificarlos o "comprenderlos” bajo el supuesto de que fueron cometidos por un "amor desmedido y no correspondido". Paralelamente a los casos de femicidio y entre las tantas formas de violencia de género, se desconoce en nuestro país el paradero de más de 50 mujeres desde 2005, según datos de la ONG Personas Perdidas, entidad creada por Juan Carr.
El estado de violencia se esparce como epidemia. Hay una tendencia a justificar el vale todo por sobre principios tan sagrados como el de la propia vida. La violencia de género, como otros tantos tipos de violencia, es un problema que nos atañe a todos como sociedad, pero hay que entender que el respeto por el otro debe comenzar, internalizar y defender desde la infancia.
