El Papa Ratzinger sorprende al mundo con la publicación de su último libro, que desde este martes se encuentra en las librerías de Italia, y que en pocos días más, aparecerá en otros idiomas. Dignidad de la persona humana, aborto, eutanasia, leyes del Estado, intervenciones del magisterio de la Iglesia: son estos los temas de fondo del nuevo texto titulado "El elogio de la conciencia" (L’Elogio della coscienza). El teólogo, el cardenal, el guardián de la fe, el Papa, que combate ya desde antes de ser elegido como pontífice de la Iglesia católica, lo que él define como la dictadura del relativismo, presenta en esta obra nuevas perspectivas que se dirigen a la conciencia del hombre y de su libertad. Ciento setenta y cinco páginas, que presentan textos preparados desde hace diez años por Joseph Ratzinger, entre 1991 y el 2000 para lecciones universitarias, conferencias y encuentros en Italia y el mundo. Ahora esas páginas asumen el gran valor de explicar qué significan para el Papa temas éticamente sensibles o aquellas materias que se debaten actualmente en las aulas parlamentarias del mundo. Benedicto XVI habla de la conciencia de cada uno y del ministerio del sucesor de Pedro. Basándose en las enseñanzas del gran convertido ingles del siglo XIX, el anglicano John Henry Newman (1801-1890), que deja su religión para convertirse al catolicismo en 1845, elevado mas tarde a la dignidad cardenalicia por León XIII, afirma que "brinda primero por la conciencia que por el Papa". Es que Newman, en una carta dirigida al duque de Norfolk, afirmaba, y en su libro lo cita textualmente Benedicto XVI, "si yo debiera pedirle a la religión que hiciera un brindis luego de una comida, le diría que brindara por el Papa, pero antes que por él, le pediría que primero lo hiciera por la conciencia".
He aquí la clave del pensamiento de Ratzinger: para referirse a la conciencia, acude al concepto de "anamnesis" (recuerdo) elaborado por Platón (427-347 a.C), indicando así, que la conciencia es el recuerdo o el emerger de aquello que existe en el interior de todo hombre. Se trata de las verdades absolutas o primeras, que le permiten a todo hombre ser integralmente hombre. Escribe Benedicto XVI: "El Papa no puede imponer desde afuera. Todo el poder que él tiene es el poder de la conciencia: servicio al recuerdo de esas verdades que residen en el interior de cada hombre y que deben ser defendidas tanto de una subjetividad que olvida sus propios fundamentos, como de las presiones de un conformismo social o cultural". Recordando la definición de san Agustín, en la que afirma que el hombre es "capax Dei" (capaz de conocer a Dios), el pontífice reivindica que el hombre es "sagrado", y que se encuentra "bajo la protección personal de Dios". Éste es el nexo estrecho que existe entre verdad, conciencia y dignidad humana. Un lazo sin el cual el hombre y la misma convivencia civil, según Ratzinger, se autodestruyen debido a la prevalencia de legislaciones que marginan el derecho a la vida, que es la base de todos los derechos humanos.
Por eso es que el Papa afirma: "Para una dialéctica intrínseca a la modernidad, la afirmación de los derechos de la libertad, al margen de toda referencia objetiva a una verdad común, lleva a la destrucción de los fundamentos mismos de esa libertad. El "déspota iluminado" de los teóricos del contrato social se convirtió en el Estado tirano, de hecho totalitario, que dispone de la vida de los más débiles, desde el niño aún no nacido hasta el anciano, en nombre de una utilidad pública que no es más que los intereses de algunos". A propósito de la contraposición entre poder y verdad, y del recíproco rol de la Iglesia y del Estado, Ratzinger examina el análisis elaborado por el jurista y filósofo austríaco Hans Kelsen, para quien sólo existía la norma dada por los hombres, excluyendo cualquier referencia al derecho natural. Según Kelsen, dice el Papa, cuando Poncio Pilato dio a elegir entre la liberación de Barrabás y de Jesús, habría actuado como verdadero demócrata, ya que según el filósofo austríaco, el representante del poder no sabe lo que es justo y debe dejar que la mayoría sea quien decida lo que es justo y bueno. Ratzinger en cambio, subraya el riesgo de totalitarismo que encierra aquella visión, e invita a defender la verdad como el núcleo de la democracia. Dar siempre testimonio de la verdad, aunque ésta no sea del agrado del poder. En otras palabras, es aquello que Juan Pablo II señalaba en su encíclica social "Centesimus annus": "Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto como lo demuestra la historia" (n.46). Con este nuevo libro, Benedicto XVI demuestra su sobresaliente capacidad de pensador. Como señalan no pocos, se trata de un Papa con grandes dotes intelectuales y escasa capacidad de gobierno. Sustenta esta posición, el hecho que él mismo cuando era aún Cardenal, señalaba serias críticas a la Curia Romana, pero que al haber llegado a su función papal, y luego que han pasado cuatro años de pontificado, las reformas necesarias en ese y en otros ámbitos de la Iglesia, aún se hacen esperar.
