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Lo recuerdo muy bien porque la estampida sonó por un amplio sector de Madrid, una tranquila mañana de invierno de 1986. Una vez más ETA, la organización paramilitar separatista nacida en tiempos de la dictadura de Francisco Franco, y convertida en terrorista con la llegada de la democracia, había logrado sellar con sangre la capital española. Esta vez, la víctima del asesinato estuvo seleccionada por el simple hecho de llamarse como el legendario almirante de la osada empresa española de 1492, y con un objetivo claro, precisamente, de lograr en todo el mundo este título periodístico: "ETA mató a Cristóbal Colón". El suceso tuvo lugar luego de que el gobierno local anunciara los preparativos para el Quinto Centenario de lo que se llamó "Descubrimiento de América", posteriormente convertido en "Encuentro entre dos mundos". ETA consumó el atentado mortal contra el vehículo en el que viajaba el vicealmirante Cristóbal Colón de Carvajal y Maroto, 19º descendiente directo de Cristóbal Colón. También murió su chofer, Manuel Trillo, y resultó gravemente herido el ayudante del alto marino, comandante Antonio Rodríguez Toubes. Fue el 6 de febrero de 1986 y hubo testigos del asesinato. Esto permitió identificar a los autores, los militantes etarras, Ignacio Aracama Mendía y José Luis Urrusolo Sistiaga, miembros del comando con asiento en Madrid. Colón se dirigía en su vehículo oficial al Cuartel General de la Armada cuando los terroristas ametrallaron el vehículo. Uno de ellos arrojó al interior del auto una granada, para luego emprender la huida. La policía les perdió el rastro cuando abandonaron el auto en una zona céntrica. Como en cada atentado terrorista, partidos políticos de todo el arco parlamentario y organizaciones sindicales y cívicas se mostraron duros al condenar el doble asesinato.
Este Cristóbal Colón del siglo XX fue ascendido después de su muerte al grado de almirante. Antes lo ostentaron en la Armada todos los descendientes del mismo nombre, desde el histórico primer Colón. Es que en la rama original de la familia nunca dejó de existir un homónimo de aquel hombre de mar genovés. Desde aquel 12 de octubre de 1492, jamás faltó en la Armada española un Cristóbal Colón. Esto sucedía porque, cumpliendo el deseo y legado del célebre marino, cada vez que nacía un varón en su descendencia debía llamarse con el mismo nombre y tenía la obligación de incorporarse a la Marina. Tiempo después, cuando se avecinaba 1992, el llamado "año del siglo" para España, con los organización de las Olimpiadas de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla y la Capitalidad Cultural Europea de Madrid, abordé un trabajo periodístico sobre esta temática, y para ello debí llamar a la casa de la familia Colón de Carvajal.
Gorosábel y Ramírez de Haro, viuda del almirante asesinado, me confesó con tristeza que su hijo, Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel, no quería dar entrevistas ni participar de los eventos que se preparaban, porque no quería correr la misma suerte que su padre. Este hombre ya tenía, como mandaba la historia familiar, un hijo llamado como él, que en la actualidad sigue el camino hacia el almirantazgo como todos sus ascendientes.
Por Luis Eduardo Meglioli
Periodista. Ex redactor de la agencia española Europa Press R.
