El Museo del Escritor cobija en su seno el acta original de creación de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). El 8 de noviembre de 1928, a instancias de Rómulo Zabala se recogía el propósito de los escritores de la época que participaron con notable éxito en la organización de la Feria Nacional del Libro mientras se desarrollaba en el glorioso Teatro Cervantes. Se ponía en movimiento el viejo anhelo de fundar un organismo permanente para los cultores de las letras que les diera no sólo origen, sino que defendiese sus intereses legales y económicos. La SADE se presentaba en sociedad presidida por Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga (vice), secundados por Jorge Luis Borges, Arturo Capdevilla, Baldomero Fernández Moreno, Félix Luna y Ricardo Rojas, entre otras eminencias que la posteridad reconocerá. La sede central nacional ubicada en calle Uruguay 1371 y la sede del Centro Cultural SADE, de calle México 524, ambas en Buenos Aires, destacan su patrimonio histórico.

Como irónica contemplación, la prestigiosa SADE de Lugones sufre el embate más despiadado desde su creación. Como si se tratase de un mal endémico argentino, la discusión trasvasó la lucha por la idea vaciándole del contenido trascendente y principista que inspiró su simiente en 1928. Desestimado el marco de los acuerdos el debate se trasladó al espacio del infortunio, instalando el lenguaje prosaico con facultades para ejercer el señorío fatal en el vocabulario cuidado del escritor. Por si fuese poco, el accionar de "los menos”, socios de la emblemática institución ha sido comparado con las maniobras de los "barrabravas” del fútbol argentino, que según parece, se han valido de distintos medios para usurpar la genuina representación.

La agitación desmedida, colmada de intereses inconfesables, trona fuerte desde su zona artera sin contemplar la excelsa significación que inspiró la loable aspiración reinadora en la casa ilustrada por 83 años. Las tradicionales sedes de la Sociedad, que se supone debería nuclear lo más distinguido de nuestra literatura nacional, no puede alcanzar su definitiva reorganización porque en un acto controvertido le apedrean desde adentro exonerando la pluma. A cambio, avivan el fuego que desarticula la voluntad del entendimiento cuando anima el vuelo rasante de los hombres que en su caída estrepitosa se refugia en alternativas legales para aventar el despropósito.

Deviene dura la vara para medir el comportamiento sobre aquellos escritores que durante mucho tiempo, desde la conducción de la SADE, hicieron de la indiferencia el modo ruin que no consideró su intimidad viviente y palpitante. En tal sentido, limitó sin justificación las afiliaciones y su propia presencia retaceando la participación, observando a la distancia con ojos ajenos hacia su prestigiada institución. Descuidado inadmisiblemente su rol y a modo de referencia, el buen entendedor percibe incluso esa ausencia protagónica en la gran Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, considerada como la más grande de su tipo en el mundo de habla hispana, que representa uno de los sucesos culturales y editoriales más importantes de América latina, constituyéndose en espacio de encuentro entre autores, editores, libreros, distribuidores, educadores, bibliotecarios, científicos e historiadores, acompañados por cerca de 1.300.000 lectores de todo el orbe. Los pasillos y stands de la Feria difunden el diálogo entre los distintos libros, y como se ha dicho, ellos cumplen un rol fundamental en la creación y construcción del país acompañando su historia y edificación. Entre los vericuetos de la inmensa exposición, flota y discurre la escritura del pensamiento que da formas al tiempo de nuestra hechura nacional, con la pluma laboriosa acumulada con cimiente amparadora de la libertad. En ese ámbito del pensamiento SADE ha extraviado, también, su norte.

Hoy, en la lucha pertinaz contra un tiempo hostigador que se cobra por la desidia y por promesas pendientes -contrariando la idea altruista desprovista de egoísmos sostenida como emblema real y concreto por los viejos cultores-, la inmaculada sociedad del escritor argentino pretende recuperarse proponiendo la reconstrucción de la menguada sala de códigos y figuras, de signos y grafías. A tal punto ha llegado el enfrentamiento entre pares que el conflicto llegó a Tribunales poniendo en riesgo el patrimonio de las dos casas reseñadas del escritor. Nadie quiere hablar públicamente del gravísimo tema. ¡Escritores y Poetas, se derrumba la SADE! Sucumbe entre rencillas internas, mientras escritores y poetas sólo atinan a arrimarse a la ventana. El barrio de La Recoleta ha enjugado el llanto de la inercia donde pareciera no importar la historia de Lugones, Quiroga, Capdevila, Borges y tantos… Concretamente, la indiferencia cambió de carril. La elevada jerarquía de las letras argentinas de nuestro tiempo se desprestigia bajo el techo que fue hogar del escritor argentino, aquélla que se derramó en tinta y en tantos sacrificios…