El sistema previsional argentino ha experimentado profundos cambios en los últimos años y pasó a desempeñar un papel importante en el financiamiento del déficit fiscal. Es la conclusión del último estudio de la Escuela de Economía de la Universidad Católica Argentina (UCA). La cobertura previsional ha crecido sustancialmente, pasando de un 68% a un 91% entre 2005 y 2010.
Este aumento en la proporción de la población mayor de 65 que cobra una jubilación es inédito y tiene impactos financieros y distributivos relevantes. Se otorgaron beneficios previsionales a personas con pocos o directamente sin aportes realizados durante su vida activa. Entre 2005 y 2010 se distribuyeron 2,6 millones de nuevos beneficios con el mecanismo de las moratorias previsionales, como las jubilaciones de amas de casa, permitiendo el acceso al sistema de personas que no cumplían con los aportes.
La facilidad de obtener a una jubilación sin aportes hizo que los primeros que accedieran al mecanismo fueran las personas de niveles socioeconómicos medios y altos, que contaban con la información y los medios para realizar los trámites necesarios. La segunda vía de acceso a prestaciones sin aportes fueron las pensiones no contributivas. Aunque este tipo de beneficios, en principio, está destinado fundamentalmente a personas de edad avanzada en estado de vulnerabilidad social, la asignación debería ser estrictamente para ese sector. Entre 2005 y 2010 se otorgaron 680.000 nuevas pensiones no contributivas, que se adicionan a las 2,6 millones jubilaciones otorgadas con las moratorias.
Mientras que a lo largo de la última década la cantidad de beneficios con aportes se reduce, el crecimiento en el pago de beneficios sin aportes ha sido intenso. Así, los beneficios contributivos, es decir de personas que cumplieron con todos los requisitos que fijan las normas previsionales, son ahora una minoría. En 2011 se pagaron 6,5 millones de beneficios, de los cuales 3,8 millones (58%) fueron otorgados sin aportes y sólo 2,8 millones (42%) fueron beneficiarios aportantes.
Lo cierto es que, desde 2008, diversos factores impulsaron el gasto previsional hasta alcanzar el valor récord en 2011 del 7,7 % del PBI. El impacto de estos cambios ha pasado desapercibido en un favorable contexto macroeconómico, pero no por eso deja de ser crítico.
