Soledad Acuña, titular del Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El profesor Daniel Augusto Arias, en un trabajo sobre "Regionalización y educación en San Juan", durante la presidencia del general Juan Carlos Onganía, dice en una parte que "una consecuencia fue el traslado de la escuela Independencia Argentina a Villa Seminario, dado que sería construida la Escuela Nacional Nº 73, en la intersección de la avenida Libertador San Martín y Meglioli, en Rivadavia. La escuela fue solicitada a raíz de la visita del entonces Presidente de la Nación, Onganía, a nuestra provincia en el año 1968. Este fue detenido en la intersección de esas calles por un grupo de vecinos (entre ellos la directora de esa escuela) quienes le solicitaron la construcción de un nuevo establecimiento escolar en ese lugar. Onganía cumplió con la palabra empeñada, la escuela fue construida y llevó su nombre hasta el advenimiento de la democracia en 1983".

Recordado este acontecimiento, cabe preguntarse si el hecho de ser construida esa escuela por un gobierno militar de facto, convierte a quienes estudiaron en la misma en dictadores o antidemocráticos. Esa deducción, ridícula desde ya, es el argumento del diario Página 12 para catalogar de nazi a la ministra de educación porteña, Soledad Acuña, porque estudió en el instituto Primo Capraro, de Bariloche, de cuya dirección formó parte, en su momento, el ex jerarca nazi Erich Priebke. La descalificación de la ministra excede todo límite de la racionalidad o del sano criterio para juzgar a una persona. En realidad, Acuña en ese video desliza otras cuestiones que pueden ser motivo de controversias, pero que no la convierte, como se quiere colegir, en una militante nazi. Para colmo, la falta de rigurosidad de esa enfática afirmación, ignora el hecho histórico de que el ingreso de nazis a la Argentina, luego de la segunda guerra mundial, ocurrió durante la primera presidencia del general Juan Perón. Esta decisión, entiendo, procuraba, entre otros motivos que no son objeto de esta nota, aprovechar los conocimientos científicos de los alemanes. El objetivo era claro: obturar la brecha tecnológica de nuestro país con los países más desarrollados del planeta. Consideraciones ideológicas y humanitarias aparte, estimo a la distancia que no era una apuesta desacertada la del entonces presidente. Tampoco me consta cómo fue que un criminal de guerra, como fue juzgado luego Priebke, haya integrado la comisión directiva del Instituto Capraro. Solo deseo rescatar el hecho de que esa circunstancia no convierte a Acuña en nazi. Sí puedo afirmar como un acierto de su parte advertir el creciente adoctrinamiento de alumnos en las escuelas primarias, secundarias e incluso en institutos universitarios. Porque esto ocurre, en realidad, y es reprobable. No estoy de acuerdo, por el contrario, cuando afirmó que la docencia "es ejercida por personas cada vez más grandes, que fracasaron en otras ocupaciones, o que provienen de sectores socio económicos más bajos". Una estupidez. La ministra luego se disculpó por haber generalizado los resultados de una encuesta en ese sentido. Esta circunstancia no invalida la injusticia de aquel mote totalitario que le endilgó el diario porteño.

 

Orlando Navarro
Periodista