Don Francisco Narciso de Laprida fue uno de los patriotas mas destacados de nuestra provincia, pero como si fueran pocas las razones por las que se lo recuerda -entre ellas ser quien presidía el Honorable Congreso de Tucumán cuando se firmó el acta de declaración de nuestra independencia- también existen innumerables aspectos de su vida, que pese a ser actos de gran importancia y nobleza, a menudo no son recordados.
Nació en San Juan un 27 de octubre de 1786. Hijo de Don José Ventura Laprida (asturiano) y Doña María Ignacia Sánchez de Loria (sanjuanina). Realizó sus estudios primarios en San Juan y los continuó en Buenos Aires en el célebre colegio San Carlos (dónde estudiaron muchos de nuestros próceres). En 1803 regresó a la provincia y dos años mas tarde se trasladó junto a sus padres a Chile, en donde realizó sus estudios terciarios. En 1810 se graduó de licenciado y doctor (en leyes) en la Universidad de San Felipe.
Se casó con Micaela Sánchez de Loria, con quién tuvo cuatro hijos: Clarisa del Carmen (1819), Marisa Delfina (1822), Amado (1823) y Dalmira de Jesús (1829) esta última nació póstuma. La similitud entre el apellido de su madre y el de su esposa no fue una coincidencia, ya que se casó con su prima.
En 1812 fue elegido alcalde en primer voto (del cabildo de San Juan ) y posteriormente síndico procurador.
Con frecuencia se tiene la idea equivocada que los diputados enviados por San Juan fueron elegidos al mismo tiempo, lo cierto es que el 13 de junio de 1815, San Juan eligió un diputado para enviar a Tucumán, quién tuvo mas apoyo fue Fray Justo Santa María de Oro. Pero al evaluar que en ese entonces nuestra provincia ya tenía más de 20.000 habitantes correspondían enviar dos representantes, por cuanto se convocó a una nueva elección meses mas tarde (para el 22 de Septiembre), en la que ganó por mayoría Francisco Narciso de Laprida. Curiosamente, siendo el ganador, es él mismo quien pide se impugne la elección, ya que no habían emitido sufragio los arrabales de Desamparados y Trinidad (en ese entonces la ciudad se dividía en 12 cuarteles urbanos y varias parroquias a las afueras que conformaban los arrabales). Dada la incertidumbre del cabildo se le envió un chasque a San Martín (entonces gobernador de Cuyo) para consultarle que hacer, a lo cual el prócer respondió ‘Que vaya a Tucumán+. Así le toco presidir el Congreso de Tucumán entre el 1º de Julio de 1816 y 1º de Agosto de ese año. En dónde el día 9 se votó por mayoría de los diputados presentes, la Independencia Argentina. Al año siguiente, en 1817, le tocó ser vicepresidente de la asamblea. En 1818 es nombrado gobernador interino tras la destitución provisoria de Ignacio de la Roza, cargo que ocupó durante tres fructíferos meses, en los que realizó gran cantidad de obras, entre ellas la reapertura del expediente para el paso a Coquimbo -hoy paso de Agua Negra- ya que el original fue quemado cuando los españoles sitiaron esa ciudad. También realizó importantes obras hídricas y agrícolas. Posteriormente en un gran acto cívico le devolvió el cargo a De La Roza, en 1820. Tras el levantamiento del Regimiento 1º de Cazadores al mando del coronel Mendizabal, el gobernador De la Roza es apresado e instruido para ser fusilado al día siguiente. Pero Laprida en un acto de gran valentía (y digno de una película de Hollywood diría yo) se presenta en la cárcel provincial vestido de Clérigo, con la intención de intercambiar lugares y así liberar a De La Roza.
Lamentablemente la operación no tuvo éxito ya que fue descubierto, pero este incidente hizo que en lugar de ejecutarlo lo enviaran como reo a La Rioja.
Depuesto ese mismo año Mendizabal y asumido como gobernador José Antonio Sánchez, éste comisiona a Laprida a una misión a Chile. A su regreso 2 años mas tarde trae desde el país transandino el ‘Sauce Llorón’. En 1824 es elegido vicepresidente del congreso y en 1825 presidente.
En 1829, ya retirado de la política sufre las persecuciones del Gobernador Echegaray, adepto a Facundo Quiroga debiendo emigrar a Mendoza con su familia. Allí se alista en el ejercito unitario como ‘cabo+, en el regimiento ‘El Orden+, donde cumple su último desinteresado y heroico acto, al ayudar a escapar a Sarmiento en el Desastre del Pilar, pagando con su propia vida tal proeza. Respecto a esto Sarmiento se refiere así: ‘Laprida, el ilustre Laprida… me amonesto del peligro que acrecentaba… Si lo hubiera seguido no podría deplorar ahora la pérdida del hombre que mas honró san Juan+. Fueron emboscados por el general Aldao quien rompiendo la tregua de paz los atacó. Se le dio captura en la calle San Francisco del Monte y las versiones sobre su muerte son contradictorias al igual que la de sus restos.
En 1904 el pueblo de San Juan erguió una estatua en su honor. En la inauguración el ilustre Segundino Navarro recitó una brillante pieza de oratoria con los versos ‘Mártir caído en la civil contienda,/ bajo el perdón que en Tucumán izaras,/ ¡hoyó el corcel del bárbaro tu tienda!,/ ¡Ni aun tus cenizas en la tumba se hallan!.