Mientras crece la alarma en la comunidad mundial por la magnitud de otra escalada bélica de Israel para contener los ataques de las brigadas armadas de Hamas, desde la Franja de Gaza, con centenares de víctimas civiles y destrucción de populosas áreas urbanas, los llamados por la paz no parecen escuchados.
Las gestiones del Papa Francisco para un entendimiento entre judíos y palestinos, en su reciente viaje a Tierra Santa y sus últimos pedidos, tuvieron eco en otros líderes mundiales con reclamos similares, sin lograr frenar un conflicto radicalizado por posiciones antagónicas que se remontan a la mitad del siglo XX y una sucesión de acuerdos de paz que hasta alcanzaron premios Nobel pero jamás se cumplieron en cuanto a la constitución de dos Estados para dos pueblos hermanos por herencias semitas y geográficas.
Ahora la situación es mucho más grave ya que observadores diplomáticos y políticos plantean en el seno de las Naciones Unidas lo que constituirían "crímenes de guerra” tanto por los ataques indiscriminados sobre la población civil con centenares de muertos y heridos, incluyendo centros médicos y de prensa como objetivos, como también la destrucción de 18 centros hospitalarios y sistemas de servicios vitales, caso del agua, la electricidad, carreteras y viviendas que agravan la apremiante situación de los pobladores.
La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, contabilizó la muerte de 651 palestinos -entre ellos 147 niños y 74 mujeres-, de los cuales el 74% eran civiles, se sumaron a 27 soldados y 2 civiles israelíes que murieron durante los últimos ataques. Esto indica una desproporción condenable por las convenciones internacionales, las responsabilidades políticas y el sentido común.
Según la diplomática, es repudiable que se lancen cohetes desde áreas densamente pobladas, como presumiblemente hace el grupo islamista Hamas, pero estas acciones de una parte no absuelven a la otra de su responsabilidad de respetar sus obligaciones bajo la ley internacional, como hace Israel en su réplica indiscriminada con altísimo poder de fuego.
Sin una verdadera autonomía palestina, como se pactó en 1993 en un plazo de cinco años, y la imagen histórica en la que el líder palestino Yaser Arafat le daba la mano al primer ministro israelí, Isaac Rabin, otrora enemigo, bajo la mirada del presidente Bill Clinton en los jardines de la Casa Blanca, nunca la paz estará garantizada en la convulsionada región.
