Los argentinos celebramos hoy el Bicentenario de la Nación. Hace 200 años se estableció el primer gobierno patrio, ante el cese de la autoridad del monarca español, Fernando VII. La Primera Junta surgió por voluntad del vecindario, en lo que fue el primer ejercicio democrático en nuestra historia. Buenos Aires, como "hermana mayor" del resto de los pueblos que integraban el Virreinato del Río de la Plata, comenzó a regir los destinos de los pocos habitantes de estas despobladas y lejanas tierras del mundo. Este primer y rudimentario ejercicio de la voluntad popular para designar a quienes nos debían gobernar, fue el primer paso para lograr más tarde la Independencia.

El Bicentenario exige ser festejado y repensado, asumiéndolo con la idea de que el futuro no es lo que viene, sino lo que construimos para que venga. Argentina tiene muchos habitantes y pocos ciudadanos. La crisis actual es de valores y nuestro país no cambiará si antes no cambiamos los argentinos, creando una conciencia nueva para revertir el concepto del "no te metas porque es peligroso", por el "no hay nada más peligroso que no meterse". Nadie puede modificar lo que no asume.

El sentido comunitario de Nación necesita referencias comunes. Si no se sostiene cierta identidad cultural que cohesione a la mayor parte de la población, tampoco será fácil alimentar un espontáneo deseo del interés nacional y un proyecto común. Necesitamos un verdadero "pacto cultural", un acuerdo de respeto, tolerancia y diálogo entre las diferentes formas de pensar, para asentar las bases de un pacto político serio, dejando de lado resentimientos que nos enfrentan hasta el día de hoy. Argentina necesita estadistas, no administradores coyunturales. Hace 200 años discutíamos si íbamos a ser españoles o ingleses, monárquicos o republicanos y hace 100 años si queríamos parecernos a los europeos o a los norteamericanos. Ahora tenemos que asumir el compromiso de ser plenamente un país representativo, republicano y federal. Deberíamos volver entonces, a la política y a la participación, rechazando el poder para someter, y asumiendo la autoridad para servir, transformar y crecer.

Que esta celebración nos encuentre agradecidos por el don de la Patria, buscando ser cada uno desde su lugar, instrumento de desarrollo y maduración nacional.