Mientras se suceden las amenazas diarias y los aprestos bélicos con armamentos nucleares en Corea del Norte, un país siempre en pie de guerra contra Occidente, las posibilidades que esta vez se descontrole la situación lleva a Corea del Sur, Estados Unidos y sus aliados a armar una contraofensiva de alcances incalculables.

En la evolución de los focos de conflicto en el mundo, se observa con preocupación lo que se considera una doble estrategia del líder Kim Jong-un, destinada a reafirmar el férreo control ante una población sometida y un Ejército que empieza a mostrar fisuras ideológicas, y a la vez elevar su poder de negociación con el exterior. El anuncio de cortar la única línea telefónica con el Sur, el nexo establecido para evitar desinteligencias que lleven a enfrentamientos, se interpreta como una ruptura en la frágil convivencia peninsular.

La nueva tensión fue en respuesta a la ONU al anunciar este mes nuevas sanciones económicas y comerciales al país comunista, por su último ensayo nuclear. A diferencia de otras ocasiones, ahora Kim Jong-un aumentó su encendida retórica belicista. Sin embargo, las bravuconadas no implicarían una mayor posibilidad de que cumpla con sus amenazas sino responderían, más bien, a una elaborada estrategia política de doble vía. Al elevar la tensión mediante continuas advertencias de guerra inminente, el régimen lograría unidad interna contra Corea del Sur y EEUU, a los que acusa de ser una grave amenaza a su seguridad norcoreana.

En ocasiones anteriores la estrategia belicista norcoreana ha tenido éxito ya que tras los enervamientos y distensión el régimen ha logrado importantes concesiones de sus supuestos "’enemigos” en forma de ayuda humanitaria y otros tipos de asistencia, como materiales de construcción o energía. Paradójicamente, el Gobierno de Corea del Sur ha brindado ayuda humanitaria al Norte a través de la Cruz Roja, independientemente de ser considerada como el archienemigo de Pyongyang, además de facilitar los contactos familiares entre el dividido país desde la guerra que dividió la península.

De todas maneras un hipotético ataque de Corea del Norte no debe ser descartado, menos si un dictador desesperado por la situación interna ve en las armas una salida para la supervivencia de un conflictivo gobierno que amenaza la paz mundial.