Hacía un mes que habían pasado las elecciones en las cuales Aldo Cantoni era electo Gobernador de la provincia y, faltando pocos días para asumir como primer mandatario. Sin embargo, ese martes 30 de noviembre de 1926, la ciudad fue sorprendida de espanto con las primeras versiones dudosas de un bárbaro atentado. A una cuadra de la Central de Policía, a temprana hora de la noche, se ejecutó un atentado. En calle Tucumán, entre Mitre y Rivadavia, a las 22:45, fueron atacados a mansalva el gobernador electo Dr. Aldo Cantoni, el diputado nacional Belisario Albarracín y el correligionario Fernando Santamaría, joven este que pagó con la muerte ese ataque. Las declaraciones de la empleada doméstica que trabajaba en la casa de Guillermo Morales, involucrado en el asesinato, conlleva a pensar con certeza que las características del fue premeditado, con alevosía y ensañamiento. La mujer había declarado ante las autoridades policiales: desde hace tres meses que se venía planificando el atentado. Hora por hora, los movimientos del Dr. Aldo Cantoni venían siendo seguidos con escrupuloso afán de sorprenderlo.

El asalto
Con su auto, en la puerta del Hotel Bristol, estaban cenando aquella noche de calle Mitre 648, entre General Acha y Tucumán, Aldo Cantoni, Belisario Albarracín y Fernando Santamaría. Concluida la cena, abordaron el vehículo para marcharse. Desde allí, conduciendo Santamaría y en el asiento posterior sus acompañantes. Iniciaron la marcha por calle Mitre hasta Tucumán, y desde allí hacia el Norte. Al llegar a la esquina de Mitre y Tucumán, según se comentaba, se puso en movimiento un vehículo Ford, que había estado estacionado, al mismo tiempo que se levantaba un brazo haciendo flamear en su mano, un pañuelo blanco. Este automóvil circulaba adelante del vehículo de Cantoni. El detalle resultó muy sugestivo e insinuantes para creer que el atentado estaba así tramado. Santamaría siguió su ruta por calle Mitre para doblar por Tucumán al Norte, siempre a una velocidad discreta. Al llegar frente al local del Banco Italo – Libanés, el auto que iba adelante fingió una maniobra para dejarlos pasar. Con esa maniobra, los asaltantes tuvieron a sus víctimas en un primer plano, de frente y por sorpresa, descargando sobre ellos una cerrada balacera de Winchester con balas "dundun”, según comprobara el médico al hacerle la autopsia a Santamaría.
Santamaría fue blanco obligado al ser el conductor. El vehículo perdió el control bajo una lluvia de balas. Cantoni y Albarracín, agachados y cubiertos por el respaldar del primer asiento se protegían del tiroteo y, a la vez, respondían con sus armas a los agresores. Fue una acción muy rápida que asustó, tal vez, a los maleantes, que de inmediato se dieron a la fuga abandonando el automóvil.
Pasado el tiroteo, Cantoni y Albarracín comprobaron que Santamaría agonizaba. "Bárbaros” fue la última palabra de Santamaría antes de morir. Luego, el Dr. Cantoni se dirigió al Correo. Desde allí remitió sendos telegramas a las autoridades de departamentos y provincias vecinas para alertarlos y que impidan la fuga de los asesinos. También envió telegramas al Presidente de la República y al Ministro del Interior, para informar sobre lo sucedido. Al término de su cometido, el Dr. Cantoni salió del Correo y, también allí, se encontró con una multitud que le expresaba su solidaridad, improvisando una caravana hasta el centro de la Plaza 25 de Mayo en donde el electo gobernador improvisó un discurso.
Por Carlos Maturano Historiador – Investigador
