En nuestro país se celebra hoy, desde 1999 el Día del Niño por Nacer. En las últimas semanas, múltiples voces se levantaron contra del fallo en favor del aborto de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, por lo que ahora consideramos valorar, a un año de su fallecimiento, el testimonio del doctor Bernard Nathanson, conocido como el "rey del aborto”. Él mismo ha descrito el itinerario de su vida como abortista y como defensor de la vida.
Todo comenzó cuando una amiga suya quedó embarazada por él y no quería seguir adelante con su embarazo. Este caso suscitó en él una gran sensibilidad por la penosa situación de las mujeres que recurrían al aborto clandestino, que con frecuencia era realizado por personas poco profesionales en ginecología. Como las leyes norteamericanas prohibían el aborto, se decidió en 1968 a cambiar esa legislación y fundó, con algunos más, la Asociación Nacional para Revocar las Leyes sobre el Aborto en los EEUU. A los cinco años, lo había conseguido, pues el Tribunal Superior legalizó el aborto en 1973.
Él mismo ha descrito las tácticas que emplearon para conseguirlo de modo tan rápido y eficaz. El primer objetivo fue valerse de los medios de comunicación: "Les convencimos de que la causa pro-aborto favorecía un liberalismo avanzado y modificamos los resultados de supuestas encuestas, que ellos publicaron”. La segunda táctica fue, según sus palabras: "vilipendiar sistemáticamente a la Iglesia Católica, calificando sus ideas sociales de retrógradas”. La tercera clave fue denigrar o ignorar cualquier evidencia científica de que la vida comienza con la concepción.
En 1973 fue nombrado director de Obstetricia de un gran hospital de Nueva York. Allí inició una nueva tecnología que ahora se usa diariamente para estudiar el feto en el útero materno. Gracias a ella, pudo tomar por ultrasonido una muestra de un bebé nonato, mediante un aparato aspirador para la práctica del aborto, antes de que fuera absorbido del vientre de su madre. Esas imágenes cambiaron su vida, al comprobar que allí había vida y que lo que allí ocurría era el asesinato de un niño indefenso.
Cuando alguien le preguntó cómo, siendo las cosas científicamente tan claras, no todos los doctores siguen su ejemplo sino que algunos practican el aborto, contestó: "Es cuestión de aritmética. A 300 dólares cada uno, un millón y medio de abortos en Estados Unidos implican una industria que produce 500 millones de dólares anuales, y la mayor parte van a los bolsillos de los médicos que los practican”.
