Estamos a punto de iniciar un nuevo año. Como es habitual, alentamos la esperanza de que sea un año de cambios y de progresos significativos para el pueblo argentino. Lo que tal vez no veamos con igual claridad es que el espacio de vida al que nos estamos aproximando y la realidad social y moral en la que nos vamos a ver envueltos a partir de esta noche será, en buena medida, el resultado de lo que nosotros mismos seamos capaces de construir.
Si la historia fuera lineal, si sólo hubiera en ella lo que vemos en la superficie, no cabría en el año que termina sino la frustración por muchas realidades que nos aquejaron. Pero la historia no se escribe con una sino con dos líneas. En la superficie, corre la línea de lo evidente. Debajo de ella corre otra línea que marca, con tinta casi invisible, lo que esa evidencia nos enseña.
Es evidente cómo nos fue en 2012. Pero cabe preguntar, además, si aprendimos algo de cómo nos fue. Aquí, en esta zona secreta, late la esperanza. Limitarnos a hacer en este último día del año el inventario de todo lo que nos salió mal sería redundante. Pero eso que nos salió mal, ¿dejó un aprendizaje? Si lo dejó, podremos desearnos con confianza un mejor 2013.
Este enfoque se ajusta, por otra parte, a la naturaleza de la democracia. ¿Qué es ella, después de todo, sino un aprendizaje colectivo abierto a todos? En la autocracia y la oligarquía, son pocos los que aprenden de cómo van las cosas: el círculo de los poderosos. En la democracia es el pueblo entero el que aprende, siendo el voto la periódica aplicación del saber que va adquiriendo. En la democracia, como en la vida, el error enseña.
Lo que ahora sabemos no se aprende en los libros sino en la experiencia. Si alguien hubiera acertado siempre en sus decisiones, sería un fatuo. Si alguien se negara a la evidencia del error, sería un ignorante, ya que la ignorancia no consiste en no saber sino en negarse a aprender. El hombre es, por definición, un ser "errante" que sólo descubre su camino después de explorar los desvíos. Cuando no se acierta, el error es la antesala de la sabiduría.
Hacemos votos para que todos convirtamos los errores cometidos en virtudes fuertes para desafíos nuevos. Así, aunque el futuro se pudiera anunciar como complejo, no por eso será imposible revertirlo para bien.
