Los últimos datos referidos a la ingestión de bebidas alcohólicas en la Capital Federal, indican que ésta creció un 6% entre los jóvenes de 19 a 24 años, figurando en primer lugar entre quienes presentan la mayor prevalencia de consumo de tres o más medidas de tragos fuertes en un día de fin de semana. En segundo lugar, aparecen como importantes consumidores los adolescentes de entre 12 y 18 años.
Los datos sobre consumo de alcohol en los jóvenes, que es un fenómeno generalizado en Argentina, se desprenden de un informe del Observatorio de Adicciones del Ministerio de Desarrollo Social porteño, sobre la base de la última encuesta de hogares de Sedronar, publicada en 2009. Una medida es equivalente a una lata de cerveza o un vaso de vino y se considera abuso el consumo de cinco o más medidas, según la graduación que posea cada una de ellas. De acuerdo al informe oficial, la cerveza es la bebida alcohólica que más se consume, tanto en Capital Federal como en el resto del país. Del 24,3% de la población porteña que reconoció tomar cerveza en exceso, según el relevamiento, el 14,3% dijo haber tomado un litro de cerveza durante un día; el 3,9%, dos litros, y el 6,1%, tres litros o más.
La mayor prevalencia de ingestión se da en los adultos de entre 35 y 49 años y luego lo siguen los jóvenes de entre 19 y 24 años. Durante 2009, creció en la Capital 15% la asistencia en la calle a personas alcoholizadas, con un promedio de 300 pacientes por mes. De ellos, más del 25% fueron menores de 24 años. Sólo en el primer semestre de 2009 el Hospital Juan Fernández atendió 1142 casos relacionados con abuso de alcohol.
El alcohol está incorporado a los eventos sociales de los jóvenes. En parte, consecuencia de los escasos controles en la venta de bebidas a menores de edad, e incluso en la tolerancia de los adultos. La escuela y la familia son los dos pilares máximos para regular esta situación que tiende a generalizarle en niveles cada vez mayores. También se hace necesario asumir que la enseñanza de los valores ha sido dejada de lado. El permisivismo que lleva a la laxitud de las costumbres ha destronado en parte a los valores que dan sentido a una vida plena. Se hace necesario insistir que para matar el aburrimiento o la diversión la cuestión no es cambiar de lugar o embotarse de alcohol, sino de llenarse de valores por dentro.
Da pena constatar que para muchos jóvenes el tiempo de la vida se escurre como arena creadora de desiertos sin sentido, en vez de ser un tiempo generador de oasis y de trascendencia planificante.
