Por eso, nunca mejor dicho, de que es tiempo de recapacitar, con la calma y la tranquilidad que el momento requiere, pero que tenemos que deliberar, sobre todo para desenredar todos los nudos que nos ahogan y poder activar así, una renovada ilusión en el mundo, que nos permita salir crecidos de ánimo para batallar por la vida. El primero de los pensamientos, indudablemente debe ir dirigido a los gobernantes, puesto que la dicha de una sociedad depende de sus guías, lo que requiere una elección profunda del pueblo para ser justamente guiado. Los gobiernos de todo el mundo han de prestar especial interés en las reformas que sean necesarias, pero su costo no lo deben pagar las personas con menos recursos.

Por otra parte, los asuntos económicos deben supeditarse a los seres humanos, y la cooperación internacional debe estar aún más presente en la resolución de problemas que son globales para el planeta. Y en este sentido, el impulso político debe encaminarse en asegurar un sustento de mínimos entre la ciudadanía. Considero inaceptable el aumento del número de personas pobres, el incremento del desempleo o el empleo con salarios ínfimos, la falta de humanidad ante las personas que padecen y mueren en la miseria, la reducción del acceso a la educación y a los servicios de salud, y las carencias actuales en materia de protección social. No me sirve la justificación de la crisis, es fundamental tener presente que parte de la población se está enriqueciendo, mientras otra se empobrece como jamás. Algo falla, pues. A mi juicio, lo que ha quebrado es la falta de verdaderos líderes con ideas claras para luchar contra una sociedad que excluye, que no es equitativa, con una ausencia general de transparencia y de comportamientos irresponsables que claman al cielo.

Es hora de cambios profundos. Hacemos hincapié en que cada país debería priorizar su desarrollo en base a las necesidades de su ciudadanía. Subrayo la importancia del compromiso político, junto a los requisitos de trasparencia en las actuaciones, para que las acciones ilícitas dejen de realizarse y ganemos renovados horizontes en pro de un desarrollo para todos, justo y equilibrado, equitativo y universal. Está visto que esta economía excluyente no nos sirve, que estos sistemas financieros inmorales tampoco, la solución tiene que germinar no de los poderosos, sino del consenso, y en ese consentimiento, los pobres tienen que tener también voz y voto. Esto exige otro tipo de gobernanza institucional, menos política y más de servicio, más técnica y en disposición siempre de rendir cuentas.

La deshumanización de la humanidad es un grave riesgo que venimos corriendo en los últimos tiempos, a mi manera de entender, porque muchas de las decisiones han sido equivocadas. No hemos tenido visión de futuro. La irresponsabilidad ha sido manifiesta. Lo que sucede hoy es fruto de la torpeza y de la desunión, de la falta de interés común y del egoísmo más enfermizo. De ahí la importancia de meditar sobre nuestro proceder. Ningún líder, por sí mismo, puede llevarnos a la gloria o a la destrucción. En cambio, juntos sí que podemos cambiar la sociedad para crear un planeta más habitable para todos.