Después de medio siglo de hostilidades, las relaciones de Cuba y Estados Unidos experimentan un sorprendente cambio, que genera expectativas de eventuales acuerdos para un mayor acercamiento entre ambos países. Tras décadas de acusaciones mutuas, ahora existen demostraciones de un pragmatismo político raramente visto desde 1959, cuando asumió el poder a Fidel Castro.
Existen gestos de uno y otro lado que avalan una flexibilidad en la relación de Washington con La Habana. Tal vez los más significativos sean la decisión cubana de no dar refugio al ex empleado de la Agencia Nacional de Seguridad, Edward Snowden, buscado por supuesto espionaje. Por su parte, la Casa Blanca desarrolló un hábil manejo diplomático en el caso del barco de Corea del Norte detenido en Panamá, que portaba armamento cubano, lo que pudo ser una flagrante violación a los acuerdos internacionales con sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU. El presidente Barack Obama pareció reconocer esto públicamente el 8 de noviembre pasado, en una visita a Miami, al señalar que ahora puede ser el momento de que EEUU revise su política hacia Cuba.
Cuba no ha respondido oficialmente al discurso de Obama, pero optó por no criticarlo luego de que llamara "campeones de la democracia” a dos líderes disidentes cubanos presentes en el acto, ni tampoco criticó la celebración en la Fundación Nacional Cubano Americana, una organización enemiga del castrismo. Se suman otros hechos como las reformas económicas en curso en la isla, por lo que se están dando las condiciones para una relación más normalizada con Washington, según los observadores. El pragmatismo puede ser la antesala de grandes cambios en ciernes.
