El presidente Joe Biden promotor de la reunión del 5 de marzo en Caracas, Venezuela.

La pésimamente planeada reunión de funcionarios del gobierno del Presidente Joe Biden con el dictador venezolano Nicolás Maduro en Caracas ha sido condenada con justa razón por figuras clave de todo el espectro político de Washington D.C. Pero no me extrañaría que esta ola de indignación política termine siendo una tempestad en un vaso de agua. Por lo que escuche de media docena de personas cercanas a la reunión del 5 de marzo en Venezuela, dudo que veamos un levantamiento de las sanciones petroleras de Washington contra la dictadura venezolana sin medidas del régimen de Maduro para empezar a restablecer la democracia en su país. Los líderes de la oposición creen que la reunión de Caracas fue motivada por los esfuerzos de cabildeo de la compañía petrolera Chevron, que según reportó la agencia Reuters el 7 de febrero está buscando una licencia estadounidense para reanudar sus operaciones en Venezuela. Ciertamente, hay mucha hipocresía política por parte de legisladores republicanos como el senador Marco Rubio (R-Fla.) que se las pasan criticando en los medios al gobierno de Biden por la reunión con el dictador venezolano. Rubio no abrió la boca cuando el expresidente Trump se reunió con el dictador norcoreano Kim Jong Um, o cuando Trump elogiaba al autócrata ruso Vladimir Putin.

"La industria petrolera de Venezuela está tan destruida que tomaría varios años lograr que produzca suficiente petróleo para tener un impacto en el suministro de petróleo a EEUU".

No es inusual que los gobiernos estadounidenses, tanto demócratas como republicanos, se reúnan en secreto con regímenes poco presentables, como el de Irán o el de los talibanes. Esta vez, la reunión se filtró a los medios y causó un alboroto político en Washington. Los críticos dijeron que Biden había decidido relajar las sanciones petroleras a Venezuela si Maduro reanudaba las exportaciones de petróleo a Estados Unidos y ayudaba a compensar la suspensión estadounidense de importaciones de petróleo de Rusia. Los funcionarios estadounidenses respondieron que la reunión del asesor de seguridad nacional para América Latina de la Casa Blanca, Juan González, y otros funcionarios con Maduro tenía como objetivo obtener la liberación de los rehenes estadounidenses en Venezuela, lograr que el régimen de Maduro volviera a la mesa de negociaciones con la oposición, y discutir temas de "seguridad nacional" relacionados con el petróleo.

Dos rehenes estadounidenses en Venezuela fueron liberados horas después de la reunión. Los críticos argumentan, con razón, que levantar las sanciones petroleras de EEUU a Venezuela sería moralmente erróneo y poco efectivo.

Después de fuertes críticas a la reunión de Caracas por parte del senador Bob Menéndez (D-NJ), presidente del comité de Asuntos Exteriores del Senado y otros, el gobierno de Biden dio un giro a su discurso. El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, dijo que la reunión de Caracas había tenido solo "dos prioridades": liberar a los rehenes estadounidenses y buscar la reanudación de las conversaciones entre Maduro y la oposición. Agregó que "nuestras actuales sanciones venezolanas siguen completamente vigentes". En otras palabras, o el gobierno de Biden dio marcha atrás, o nunca tuvo la intención de hacer un trato petrolero con Maduro sin la participación de la oposición venezolana. Cualquiera sea el caso, no me sorprendería si todo esto pasa a la historia como un globo de ensayo que explotó antes de levantar vuelo.

 

Por Andrés Oppenheimer
Columnista del Miami Herald