Lisandro de la Torre.

En nuestra historia nacional hubo personajes a los que podemos considerar como arquetipos de idoneidad y probidad. Uno de ellos fue don Lisandro de la Torre (1868-1939). Su accionar político estuvo imbuido de una gran dosis de patriotismo e idealismo. En 1890 participó activamente en la revolución que derrocó al presidente Juárez Célman, sintiéndose consustanciado con el ideario de la Unión Cívica, aunque años más tarde renunció a esta agrupación política por disidencias con Hipólito Yrigoyen, llegando a batirse a duelo con él.

El protagonismo de don Lisandro cobró mayor relevancia a partir de 1914 cuando fundó el Partido Demócrata Progresista. Luego como diputado nacional originó un deslumbrante debate acerca de los poderes implícitos de las convenciones constituyentes, ideas que luego fueron agregadas a las páginas de derecho constitucional.

El momento supremo de su carrera como hombre público es logrado como senador por la provincia de Santa Fe. Es cuando promovió aquella memorable discusión denunciando el monopolio del comercio de las carnes por grandes frigoríficos relacionados el capital inglés en detrimento de los pequeños productores locales. Su voz vibrante simbolizó la salvaguardia de nuestra nacionalidad.

Las palabras pronunciadas en aquel histórico debate resonaron en el Congreso: "Estoy solo enfrente de una coalición formidable de intereses, estoy solo enfrente de empresas capitalistas que se cuentan entre las más poderosas de la Tierra, estoy solo enfrente de un gobierno cuya mediocridad en presencia del problema ganadero asombra y entristece…".

La respuesta contundente a estas denuncias fueron las balas asesinas que finalmente alcanzaron a su condiscípulo el senador electo Enzo Bordabehere.

La excelencia del perfil ético-político de don Lisandro de la Torre constituye un verdadero acervo al cual hay que tenerlo presente como una verdadera lección de vida, legado que nos permite creer en la utopía.

 

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado  
Mag. en historia.