La opinión pública se impone día a día de la magnitud del daño ocasionado al erario durante más de una década por funcionarios corruptos que sistemáticamente aprovecharon el poder en beneficio propio, pero estos ilícitos investigados por la Justicia, no nos debe distraer de otras graves maniobras perpetradas por el pensamiento político e ideológico que buscó torcer el rumbo de la historia.
Los intentos de borrar las huellas de la trayectoria magistral de próceres como Domingo F. Sarmiento, por ejemplo, deformando la verdad para penetrar ideológicamente en la mente infantil con dibujos animados, o por otra parte. mediante supuestas investigaciones de revisionistas afines al populismo doctrinario y revanchista. Opacar a un genio universal, como el gran sanjuanino, fue mucho más que borrar su rostro de un billete, en este caso puntual. Pero, afortunadamente, la sociedad tiene en la archivología la documentación precisa sobre la verdad histórica, que has nutrido nuestra educación generacional.
Como ha señalado con acierto en estas páginas de Opinión, el escritor Simón Peña Figueroa, la archivología es una ciencia que acude al sistema organizado para refrendar sucesos, etapas de vida y actores justificados del tiempo, sus valores, urdimbres seculares y sempiternas semillas de esperanza para ascender esparciéndolas con libertad renovada y sano juicio. En su reciente columna advierte una falta de transparencia cuando la historia pretende ser desplazada por la memoria y desvirtuada por el mito, con el intento de desear imponer una visión uniocular de sucesos pretéritos, sesgar el sentido temporal de los sujetos, ignorando descubrir el testimonio y la fuente.
En esta coyuntura perversa y caprichosa que agrede a los cimientos republicanos por la intención refundante del relato ideológico, los museos exhiben su acervo patrimonial preservado del manoseo tendencioso. El Archívo Histórico de San Juan es uno de los custodios de nuestra memoria, al igual que las colecciones privadas de documentos y publicaciones de época, con verdades irrefutables. Es tan riguroso ese trabajo, que en San Juan se pudo recuperar la valiosa puerta del recinto donde se firmó nuestra independencia y devolverla a Tucumán como pieza única en la celebración del Bicentenario.
El Estado sanjuanino puede aportar mucho más a la historia, si se desclasifican los archivos de numerosos organismos dependientes de los tres poderes, que guardan una documentación invalorable sobre nuestro pasado.
