Con una pérdida promedio de 2.000 empleos diarios, en noviembre pasado, España es el país más afectado por la grave crisis económica europea. La paralización alcanza al 22,8% de la población económicamente activa, según los últimos datos de la oficina europea de estadística, Eurostat. De los 27 países de la Unión Europea, España es el más golpeado por la crisis, con más de cinco millones de desocupados: 22,8% frente al 9,6% de la media europea y del 18,3% de Grecia, a pesar de tener el peor descalabro financiero regional.
En ese marco preocupante, la Eurostat hace caer el telón con un informe que puede ser lapidario en relación al tiempo por los sucesos que se desencadenan rápidamente en la zona del euro. Peor todavía porque de las doce regiones europeas con mayor desocupación, ocho son españolas y todas ciudades turísticas por excelencia como lo Canarias (la más perjudicada con 28,7%), Andalucía, Ceuta, Melilla, Murcia, la Comunidad Valenciana, Extremadura y Castilla-La Mancha, con un índice menor (21%), pero altísimo y reflejado en las manifestaciones de los indignados.
El histórico desempleo que se registra en la UE es fiel reflejo de las asimetrías que se tornan insostenibles en la eurozona, con desequilibrios muy pronunciados en todos los niveles de productividad y crecimiento. Es así que los países considerados centrales en la eurozona, especialmente los pequeños, fueron los que registraron mejores tasas de desocupación: Austria, con 4,2%, Luxemburgo, con un 4,7%, y Holanda, con un 4,8%.
Para la mayoría de los analistas, la falta de crecimiento en Europa, causada a su vez por las medidas de austeridad que llevan a cabo los gobiernos en todo el continente, tienen estas consecuencias a partir de los planes de contención del gasto público. Los ajustes fiscales, en un intento de equilibrar las cuentas, más la suba de impuestos y otras medidas de ajuste, provocaron la retracción de todas las variables de crecimiento y el achicamiento empresario por menor consumo, potenció la desocupación ("paro" le dicen los españoles) a los niveles actuales.
Este panorama exige correcciones y reformas profundas, tanto los países miembros, para superar sus crisis políticas, económicas y sociales, como para la propia UE a fin de corregir un contexto desequilibrios estructurales.