Una reciente encuesta realizada en 40 centros urbanos de todo el país señala que el 41 por ciento de la población argentina tiene en su hogar acceso a Internet y las conexiones se incrementan al medirlas entre los usuarios habituales de la Red: el 82 por ciento de ellos goza de acceso "on line” en sus domicilios y un 46% de la población asegura no conectarse nunca.

La gran asimetría digital aparece representada por cómo se distribuye esta masa de excluidos digitales entre los distintos grupos sociales. El 83% de las personas con escolarización primaria, grupo que se corresponde con los sectores socioeconómicos más bajos, nunca utiliza Internet, sólo un 6% de ellos lo hace todos los días. Entre la población con educación secundaria el no uso alcanza al 37% y prácticamente desaparece entre la población de mayor nivel socioeconómico, en la que sólo el 9% nunca accede a Internet.

Al ahondar en las edades de los excluidos, 16% de los nativos digitales, de entre 18 y 29 años, quedan al margen del desarrollo tecnológico. Y la proporción trepa con la edad: el 38% de los adultos entre los 30 y 49 años y el 75% de quienes tienen 50 años o más, nunca hacen uso de la Web. Hace dos años, quienes accedían diariamente eran el 20% y quienes nunca lo hacían eran el 59%, contra el 46% que no lo hacen en la actualidad.

Estos datos ubican a la Argentina junto con Uruguay, Chile, Colombia y Costa Rica entre el grupo de países de América latina con mayor desarrollo en este aspecto. En la actualidad existe una gran brecha generacional. Esto pone en evidencia el profundo quiebre cultural que la incorporación de las nuevas tecnologías representa en las prácticas cotidianas de quienes se encuentran menos familiarizados con el lenguaje digital. Tal como lo plantea el sociólogo Rubén Katzman, para los sectores de menores recursos resulta crecientemente claro que la falta de acceso al mundo digital los excluye de los circuitos principales de la economía, la política, la sociedad y la cultura, y que el aislamiento resultante juega en contra de sus capacidades de resistencia a la desafiliación social.

En este contexto, se requiere un Estado activo en el diseño de políticas equitativas orientadas a mejorar las condiciones de acceso y uso en Internet, porque esta nueva tecnología contribuye al crecimiento del capital humano, físico, social y ciudadano del país.