El explosivo desarrollo de la industria automotriz argentina podría transformarse en una victoria pírrica del sector si no se revierte el grave desequilibrio en dólares que producen los componentes importados y se los sustituye la manufactura local. Es decir, con un claro ejemplo, el año pasado las terminales de nuestro país tuvieron una fabricación récord de 716.000 unidades pero en igual cantidad tuvieron que importar piezas para el ensamblado de los vehículos.

Este acontecimiento fabril sin precedentes fue observado por las autoridades como un ejemplo de crecimiento, ya que las exportaciones de rodados de diferentes modelos indicaban el acierto oficial de apoyar al sector con políticas fiscales e incluso financieras. Sin embargo, un informe de la consultora Abeceb.com destaca que el déficit comercial del sector se ha ido profundizando en los últimos años impulsado por la mayor producción de vehículos en el país. "Los números del comercio exterior de 2010 arrojaron casi 6000 millones de dólares de déficit en el consolidado, producto de un rojo de 6800 millones de autopartes y un superávit de 1018 millones de dólares en cuanto a vehículos terminados", señala el informe privado.

Las firmas han reconocido que el sector automotor es deficitario, pero sostienen que las terminales han hecho fuertes inversiones en ciertos tramos de la cadena productiva para modernizar las plantas o lanzar nuevos modelos.

La secuela de este balance negativo ha dado lugar a una reunión del Gobierno y empresas, que tendrá lugar mañana, en el marco del Plan Industrial 2020, lanzado por el Ejecutivo nacional.

Pero el cuello de botella lo constituye el sector autopartista, limitado a proveer piezas que no son relevantes dentro de una línea de ensamble que requiere conjuntos cada vez más actualizados.