El documento final de la 47ª asamblea de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), observa: "Una merma de la calidad institucional con múltiples manifestaciones de decadencia de los principios republicanos y de sospechas en las conductas. En un contexto de crisis, se perfilan rasgos de creciente autoritarismo que debilitan las instituciones y profundizan la confusión del Estado con el Gobierno, y del Gobierno con facciones".

Es hora de comprender que la libertad de expresión no es un privilegio de los medios de comunicación sino un beneficio a favor de la ciudadanía y en bien de la democracia que tanto sacrificio costó recuperarla y que, con todas las imperfecciones, debemos defenderla. La Corte Suprema de Justicia ha dicho que sin una prensa económicamente sólida e independiente existiría tan sólo una democracia desmedrada o puramente nominal. De ahí que, como dice ADEPA, el periodismo "no debe ser visto por los poderes públicos como un enemigo por derrotar, sino como un aliado en la lucha por mejorar el nivel cultural y de vida del pueblo". Lo que tanto nos cuesta entender a los argentinos es que debemos debatir ideas y proyectos, sin descalificaciones ni agravios, para que la comunicación entre gobernantes y gobernados no sea una lucha sistemática de unos contra otros, sino una convivencia pacífica y respetuosa de unos con otros, cooperando para la ilustración de la ciudadanía y el perfeccionamiento de las instituciones.

La libertad de expresión y la libertad de quienes la ejercen en forma protagónica, medios y periodistas, requiere que esté lejos del alcance de todo el sistema político, sea gobierno u oposición. Sólo así la prensa puede ser libre. Ese es el verdadero sentido del art. 32 de la Constitución Nacional, que prohibe dictar leyes que restrinjan la libertad de prensa. El pensamiento único cuya finalidad es la del absurdo monólogo es totalmente contrapuesto al diálogo creativo por el que está llamada a crecer una Nación con un sistema democrático de gobierno.

Querer gobernar para controlar el pensamiento disidente y promover información sumisa es muy distinto a gobernar para producir transformaciones estructurales que merezcan divulgación, participación de todos y celebración colectiva.