A lo largo de estos siete años al frente de la institución eclesial, Benedicto XVI ha demostrado ser un intelectual brillante que lo manifiesta en cada alocución con una mansedumbre admirable, pero con deficiencias serias respecto a las decisiones que adopta y que luego inciden negativamente en la eficacia de la obra de la evangelización en el mundo.

Los nombramientos de colaboradores directos en la Curia romana y de los obispos a cargo de diócesis es una demostración más que sus consejeros no demuestran aptitud capaz de ayudar a revertir los errores y defectos de una Iglesia que, de institución divina pero integrada por hombres, ha sido en los últimos tiempos artífice de escándalos graves que, en vez de promover el asentimiento de la fe, la desalientan.

El caso del obispo de Merlo-Moreno, Fernando Bargalló, su dimisión, la carta que escribió a sus fieles aceptando la incoherencia de una vida disociada con su condición, es un golpe asestado a la imagen de una institución que en Argentina pierde constante adhesión, y su voz no tiene ni vigor profético ni respuesta de adhesión por la mayor parte de la sociedad.

Para hacerse cargo temporalmente de la diócesis de Merlo-Moreno, el Papa ha nombrado a Mons. Jorge Casaretto. Resulta insólito, ya que fue él, junto a Mons. Justo Laguna, quienes presentaron y promovieron a Bargalló para que fuera nombrado en el cargo episcopal. A Casaretto le aceptaron la renuncia a los cuatro días en que la presentó porque las secuelas de su deficiente gobierno en San Isidro, no serán fáciles de remontar. Durante su mandato se registró el mayor número de sacerdotes que abandonaron el ministerio de consagrados. La misión cumplida en este caso por parte del nuevo Nuncio, que debió informar al Vaticano sobre la repercusión del último escándalo, resulta deficiente. Había otros excelentes obispos eméritos para poner orden en Merlo-Moreno, en vez de Jorge Casaretto.

Los casos de pederastia, de filtración de noticias reservadas, las dificultades para lograr la unidad con los lefebvristas, el rechazo hacia la figura del Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, el avance de la secularización, la escasez de vocaciones, entre otros temas candentes, necesita la acción de un Pontífice que, además de ser espiritualmente profundo, gobierne sin temores, sabiéndose rodear de colaboradores aptos.