Los descubrimientos que se han apoderado de culturas ignoradas durante cientos y cientos de años, son asombrosos. Los arqueólogos, quienes han corrido el telón en el teatro del mundo antiguo, nos han mostrado la victoria sobre el olvido de los siglos. Alrededor de los años 8000 antes de Cristo, en el Oriente Próximo, la humanidad emprendió sus primeros pasos tentativos más allá de la existencia de los grupos humanos cazadores recolectores. La domesticación de animales y plantas, permitió a los antepasados de antiguas ciudades de la Mesopotamia, establecerse en forma más o menos permanente en un lugar. Ese cambio de estilo de vida nómade a uno sedentario, no fue de golpe. En Jarmo (Noroeste de Irak) los arqueólogos encontraron evidencias de alimentos silvestres junto a los huesos de animales domesticados y grano cultivado, que correspondían al año 7000 (aC). Fueron varias las culturas que florecieron entre los años 7000 y 6000 aC. Alrededor de este último milenio, se inició la práctica de la irrigación. Se desarrollaron una serie de comunidades agrícolas en las llanuras de los ríos Tigris y Éufrates, cuyas aguas fueron canalizadas para regar el potencialmente fértil suelo. De esta manera floreció espectacularmente la fertilidad de la tierra. Por primera vez un granjero podía producir más de lo que su familia necesitaba, y vender o intercambiar los excedentes con sus ciudadanos, lo cual a su vez, podían dedicarse a otras actividades: así nació el concepto de profesionales. Mientras la mayor parte del mundo se refugiaba en cuevas y toscas cabañas, los ciudadanos de esa región habían construido allá por el 3500 aC, una ciudad de miles de habitantes con ladrillos de barro secados al sol.
El crecimiento urbano se produjo de una forma sorprendentemente rápida. Uruk, la ciudad más importante de la Mesopotamia, en los alrededores del 4000 aC, creció cuatro veces de tamaño en brevísimo tiempo, incrementando su área de 100 a 400 hectáreas, ocupando casi 8 kilómetros cuadrados, de los cuales, un tercio era ciudad, un tercio palmerales y un tercio pozos de ladrillos. Los gobiernos de estas ciudades se sostenían imponiendo impuestos a la ciudadanía, y reclutando trabajos para los proyectos de obras públicas. Mientras tanto, el comercio crecía con rapidez inaudita en la próspera ciudad, y condujo a lo que indudablemente es el mayor legado de estas antiguas ciudades a la humanidad: La Escritura. Idearon un sistema para registrar transacciones grabando sencillos pictogramas en tablillas de arcilla. Provisto de nuevas habilidades y poder, el hombre no se ha convertido simplemente en el animal que domina la tierra, sino en la forma de vida dominante del planeta. Estos acontecimientos me obligan a una reflexión: Al cabo de muchísimos siglos, ya no dependería de aquello que la naturaleza quisiera ofrecerle: obligaría a la naturaleza a darle lo que necesitaba.
