Tal vez la parte de la historia argentina que falto estudiar, o al menos todavía no está estudiada del todo, son los setenta. Es posible que sea uno de los periodos más conflictivos y controvertidos, donde dos bandos se enfrentaban con las consecuencias de ello.

En realidad el miedo de esa época paralizaba, muertes, bombas y pánico de no saber con quién estabas, causaban un sinfín de situaciones desagradables. Los menús eran variados, sin embargo, tal vez lo que más afectado estaba la confianza y la amistad y peligraba la vida. La situación de la íntima amiga de la maestra que puso 700g de trotil bajo el colchón de su padre militar para que volara por los aires, cosa que finalmente paso, muestra a las claras, que el amigo no era el amigo, y que una ideología fundamentalista pasaba por sobre todos los valores existentes.

Los ametrallamientos a distintos sitios policiales, los secuestros extorsivos, y el pánico que esto generaba, hacían de la argentina un sitio insoportable para vivir en paz. Ahora bien, la respuesta a esto, fue todavía peor, y fue el golpe militar, donde desaparecían personas, y para colmo, si no veías más a alguien, la respuesta muchas veces era, ¡algo habrá hecho!

La situación termino con miles de desaparecidos y un caos institucional nunca visto, dejando un país devastado, y para colmo como si fuera poco, con una guerra perdida inventada, innecesaria. Donde a los desaparecidos ya existentes se sumaban los muertos en Malvinas (mas de 800 en combate y suicidios posguerra).

El análisis, o el balance es nefasto. Sumado a los crímenes de izquierda revolucionaria de los 70, tenías los abusos de las fuerzas armadas convirtiendo al país en un coctel explosivo y casi sin salida, con heridas eternas en la población. Pero la pregunta hoy seria: ¿que de parecido tienen las ideologías de izquierda de los 70 a las de hoy? A mi criterio, ¡ninguna! El populismo izquierdoso contemporáneo argentino es más bien lo que algunos denominan, ‘la nueva extrema derecha”. Donde los autoritarismos están hoy más fuertes que nunca, donde la opinión del otro no vale y todo bajo un manto falaz de ideas, siendo la coyuntura de la vertiginosa actualidad argentina de los últimos tiempos, sitiando a la vieja izquierda, más bien un maquillaje usado y melancólico para algunos.

Pero esto nada tiene que ver con lo que en un artículo de ‘El Dipló” José Natanson huye del razonamiento simplista que deposita todas las culpas en súbditas ‘derechizaciones” o en un reaccionarismo ontológico de las clases medias, como responsables de todos los males. Intenta bucear en las corrientes profundas de la ideología de nuestros tiempos y afirma: ‘(…) la nueva derecha tiene como filosofía política una ética protestante de progreso por vía del esfuerzo individual de las personas o las familias”.

¿Pero cual es la Argentina que viene? La situación hoy es terminal, la sugerencia podría ser, que se controlen bien los actos de gobierno, que se ponga un cepo a la corrupción, y que inclusive esta situación sea controlada por los que hoy simpatizan con el nuevo gobierno.

Las palabras de Obama ante un anfiteatro de jóvenes emprendedores, fue muy clara, ‘o salen en conjunto, encarando empresas, generando trabajo, acordándose del que menos tiene o se hunden.” Pero también fue claro cuando expreso que ‘…No pretendan salir en seis meses cuando hace cincuenta años que viven igual”.

Tal vez, la Argentina debe nutrirse de un empresariado filantrópico, que piense menos en enriquecerse y sacar el dinero del país, y que se acuerde del consumidor y genere situaciones institucionales beneficiosas al estilo de Bill Gate o Steve Jobs. También que se piense firmemente en educación, en las asistencias sociales de los que menos tienen.

Y pensando en los inversionistas extranjeros resulta utópico pensar que algún país puede invertir en el nuestro si el sistema judicial no empieza a funcionar, como creo que empezó a pasar, y que castigue los actos de corrupción. Sin lugar a dudas las inversiones funcionarán en la medida que los escarmientos salgan a la luz a través de las sentencias.

Creo que el desafío hoy en la Argentina tiene que ver más en luchar contra las hipocresías.