La Europa cortesana observa con preocupación cómo la popularidad de la realeza desciende abruptamente, empujada por la antimonarquía que ventila por los medios los escándalos palaciegos. A los últimos sucesos, en la noble Inglaterra, le siguieron los españoles con estruendosa repercusión. Se suman el amor en la corona sueca, marcado por una caída de la popularidad monárquica del 70% al 46%, tras la boda de la princesa Victoria con el empresario Daniel Westling.
Frecuentemente, la palabra plebeyo se aplicó desde la antigua Roma a la persona que no pertenecía a la nobleza y fue usada en forma despectiva, impidiendo a los plebeyos participar en el Estado, u ocupar cargos religiosos importantes. En el caso de Suecia es la primera vez, desde la Edad Media, que un hombre de pueblo se convierte en príncipe y dispara la discusión sobre optar por monarquía o república como forma de gobierno.
Peor todavía, hoy golpea fuerte a la corona sueca la novia del príncipe Carlos Felipe, una despampanante "plebeya” que posa en revistas pornos y participa en un reality show de TV. Lo cierto es que las "plebeyas” han invadido los palacios reales, pero a los suecos les tocó una de peor reputación, sin importar la oposición rotunda a esa relación de los reyes Carlos Gustavo y Silvia y las hermanas del príncipe, que ya abandonó el palacio paterno para vivir en un lujoso departamento de Estocolmo, pisoteando todas las reglas del ecuménico protocolo. Los críticos aprovechan estos escándalos sin precedentes y la crisis europea para instaurar la república en los siete países monárquicos. Los enormes gastos de la realeza impactan ahora en la comunidad como nunca.
