En los últimos meses se hace mención frecuente al auge de consumo. Esto contrasta con algunos datos que confirma el Banco Central de la República Argentina. Si se considera el stock de crédito en pesos al sector privado, mayo último contra igual mes del año pasado, el incremento fue del 18,8 por ciento.
Los créditos personales aumentaron en un 17,9%; otra vez por debajo de la inflación. Los prendarios crecieron el 8,4%, aún por debajo de la inflación que informa el Indec; los hipotecarios, el 1,4% y el único que crece en forma significativa es el stock de créditos a tenedores de tarjetas de crédito que se incrementó el 34,4 %, superando al 21% de inflación. Este aumento del 34,4%, traducido en pesos, significa que creció en 5.446 millones sin ajustar por inflación, monto que es equivalente a un 0,5% del PBI. Nada que haga pensar que realmente ese porcentaje pueda llevar a afirmar que estamos en presencia de un "boom” de consumo.
Es probable que la gente, con expectativas inflacionarias del 30% anual, apueste a comprar en cuotas creyendo que esa cuota va a ser licuada por la inflación. Pero el otro punto a considerar es la huida del dinero. Con expectativas inflacionarias tan altas y baja capacidad de ahorro, la gente consume casi todo su ingreso porque, por ejemplo, no tiene esperanzas de poder tomar un crédito hipotecario para comprar una propiedad. Si la gente se desprende de dólares ahorrados para comprar bienes durables, sólo seguirá en esta senda si percibe que el tipo de cambio no va a moverse en el mediano plazo.
Como el Gobierno necesita tener anclado el tipo de cambio para evitar una mayor huida del peso y un desborde inflacionario más agudo, es posible que parte del consumo se financie con este mecanismo a costa de generar un mayor retraso cambiario utilizando los términos de la política económica. Si la gente percibe que el tipo de cambio nominal puede llegar a aumentar, una parte del consumo se esfumaría.
El escenario deseable sería más consumo gracias a mayores inversiones, productividad y mejores salarios reales. El otro es sólo tratar de defenderse contra la inflación hasta donde alcance el dinero. Uno es sostenible en el tiempo, el segundo está limitado a la tasa de impuesto inflacionario que esté dispuesta a tolerar la población sin entrar en conflictividad social.
