La segunda ola del covid-19 finalmente llegó a la Argentina. Basta mirar el escenario actual para evaluar la gravedad de la crisis: los contagios aumentan, lo mismo que el número de personas fallecidas, el sistema sanitario está colapsado y el personal de salud exhausto.
Europa y otras regiones del planeta fueron una fotografía anticipada de lo que podría pasarnos. La pregunta obligada entonces está relacionada con la previsibilidad. ¿Era probable o predecible la irrupción de esta segunda ola? No es menor esta cuestión. Porque de ser previsible, pudo suponerse con anticipación y con ello, adelantarse tomando medidas para evitar tamaño impacto.
Y planteo el debate recurriendo a dos teorías utilizadas en los análisis sobre la pandemia, que pueden ayudarnos a entender la situación actual. Son hipótesis que utilizan metáforas animalistas con mucha pedagogía y creatividad: la teoría del Cisne Negro y la teoría del Rinoceronte Gris. Ambas procuran explicar la naturaleza y efectos de la pandemia apelando a conceptos de imprevisibilidad o previsibilidad respectivamente.
La previsibilidad de la segunda ola
La metáfora del Cisne Negro es desarrollada por el ensayista e investigador libanés Nassim Taleb (1960), y podría resumirse con una pregunta: ¿quién espera que aparezca un cisne con plumaje negro en la quietud de un lago? Los cisnes son blancos. Hubiesen afirmado los habitantes de Australia en pleno siglo XVII. Y así fue, hasta que en 1697 los colonos ingleses que volvían del coloso de Oceanía, trajeron entre sus cargamentos cisnes negros. Tiene lógica el uso de la metáfora. Sorpresa e imprevisibilidad son las constantes de un suceso al que bien puede llamarse cisne negro. Efectivamente, esta teoría describe figurativamente un hecho impensado, sorpresivo, fuera de las expectativas normales y de gran impacto económico y social. El 11-S fue una especie de Cisne Negro. Nadie esperaba el ataque a las Torres Gemelas, en el corazón de Nueva York. Ahora bien, ¿puede catalogarse de esta manera la aparición del covid-19? Para Taleb, autor del libro homólogo (2010), esta teoría no sería de aplicación a la pandemia actual. Tampoco era imprevisible que llegara la segunda ola.
Efectivamente, la epidemia por covid-19 era predecible. Durante años la comunidad científica alertó sobre la posibilidad de una nueva pandemia. En ese sentido, recordemos que, en 2018, líderes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicaban que "una epidemia devastadora podría empezar en cualquier país, en cualquier momento y matar a millones de personas". La posibilidad de ocurrencia era elevada. También lo era la irrupción de la segunda ola, viendo simplemente la evidencia de otros países. Por eso la teoría del Cisne Negro se desvanece. No explica la falta de respuesta adecuada ni a la primera ni a la segunda ola.
El Rinoceronte Gris está presente y avanza
Hay otra teoría que intenta explicar la falta de reacción adecuada frente a la pandemia. Siguiendo la lógica de la metáfora animalista, algunos piensan que más bien estamos ante la teoría del Rinoceronte Gris que propulsó la analista política Michele Wucker. Con esta figura, la autora norteamericana hace referencia a situaciones de alto riesgo para un país, que si bien son predecibles no resultan asumidas en su gravedad ni enfrentadas a tiempo. Los hechos que pueden explicarse a través de la figura del rinoceronte gris, no son de fuerza mayor ni una sorpresa azarosa, ocurren después de varios avisos y evidencias manifiestas. La pandemia es ese rinoceronte gris que, aunque camuflado en el follaje, está presente y avanza. La segunda ola también pudo preverse. La experiencia anticipada de Europa era una seria advertencia. La teoría de Wucker explica la importancia de la previsibilidad. El impacto sanitario y económico-social de la experiencia de la primera ola, debió mantenernos alertas para reaccionar con medidas anticipatorias. Al respecto, dice un conocido axioma sobre cómo gestionar en tiempos de crisis: "Si evades tu responsabilidad, niegas tu poder y tu capacidad para aprender".