Presionada por los acuerdos internacionales para contrarrestar los efectos del cambio climático, China lanzó meses atrás un plan quinquenal de políticas medioambientales contra los altos índices de contaminación en ese país asiático, excesivamente dependiente del carbón como principal fuente de energía.
La decisión de Pekín ha sido urgida también por la gran polución causante del cáncer de pulmón, principal causa de muerte entre los varones, y la segunda entre las mujeres y de rápido crecimiento en la era de la industrialización. La concentración de partículas PM 2,5 en el aire, las inferiores a las 2,5 micras y las más peligrosas para la salud por su capacidad de infiltrarse en los pulmones, alcanza hasta los 800-900 microgramos por metro cuadrado en ciudades como Pekín, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que no sea superior a los 25 mg por metro cuadrado.
La respuesta ecológica demandará la colosal inversión de 300.000 millones de dólares, según Wang Jinnan, vicepresidente de la Academia china de Planificación Medioambiental. El plan para cambiar la matriz energética y de salubridad creará más de dos millones de puestos de trabajo; un 36,7% de la inversión para "’limpieza del aire” en la industria, y otro 28,2% para impulsar fuentes de energía renovables. El resto se destinará a otras premisas ecológicas, como mejoras de la calidad de los motores de vehículos, entre otros puntos relacionados con la contaminación ambiental.
Resulta reconfortante que un país altamente contaminante y renuente a introducir cambios profundos en favor del clima, haya replanteado sus políticas de desarrollo con conciencia ambientalista.
