La caza furtiva, que está diezmando las especies autóctonas protegidas, sigue siendo un tema con escaso predicamento social y no ocupa un lugar prioritario en la agenda política. Mientras tanto, crecen las incursiones de los depredadores y el tráfico ilegal de fauna silvestre, a pesar de las leyes proteccionistas.
Se debe sumar a este contexto la presencia de cazadores extranjeros que llegan al país atraídos por una clase de turismo que supuestamente se limita a cotos de caza privados, pero en la práctica los guías locales los llevan a sumarse al furtivismo criollo, en particular en zonas donde rigen prohibiciones para proteger a los animales en peligro de extinción.
Si bien en la Argentina está autorizada la actividad cinegética, o caza deportiva, que pretende ayudar a conservar el número óptimo de especies en cada zona del país, ya sean autóctonas o exóticas, la regulación de la actividad por medio de los organismos específicos se viola sistemáticamente en cuanto a las temporadas establecidas y cupos permitidos para cada especie. Pero también están las normas contradictorias, como la de Santa Cruz, que ha declarado al guanaco especie perjudicial de la fauna silvestre provincial en atención a su número, características biológicas y daño económico y perjuicio social producidos, ya que considera a esta especie nativa una plaga causante del proceso de desertificación de la Patagonia. Nada de esto ha sido considerado en base a estudios científicos que aconsejan todo lo contrario y, además, aprovechar la finísima fibra de la lana del guanaco para explotarlo económicamente en cautiverio.
La esquila de guanacos cautivos, sometidos a elevados estándares de bienestar animal, ha sido declarada de interés social por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, que lanzó una convocatoria para financiar proyectos de innovación tecnológica en el ciclo productivo de la fibra fina de camélidos, siendo una de las cuestiones por mejorar el manejo de los rebaños. Un ejemplo válido para la conservación sustentable de otras especies perseguidas.
Lo importante es crear conciencia para que las autoridades velen por la fauna autóctona. No basta con reaccionar en casos puntuales, como la situación del Parque Faunístico de Rivadavia, olvidando a la depredación masiva con daños irreversibles, como los que ocurren en San Juan.
