Maestras y profesores enseñan a sus alumnos que la Historia no se repite, sino que va cambiando según los acontecimientos y que sus actores contribuyen a provocar los hechos, que desde la lejanía de los tiempos parecen iguales, pero que en realidad se adecuan a la oportunidad de sus a propios intereses; entonces ellos, con propia avidez, preguntan por qué todos los años, en esta época, los mayores no son capaces de evitar estos repetitivos conflictos por salarios, edificios adecuados, derechos no respetados, calidad educativa tergiversada por políticas alejadas del bien del pueblo y que con su comportamiento contradicen estas enseñanzas docentes.
Duele hasta el alma que una simple y juvenil pregunta coloque en el estrado de los acusados el comportamiento de los adultos.
La reflexión presenta varias aristas a ser revisada con mirada crítica y honestidad intelectual; pero estos dos atributos que nos debería regir en la vida diaria, por lo común están ausentes cuando a enseñanzas de chicos y jóvenes se refiere.
Intentaremos darnos una marco referencial de discusión: Argentina, Nación con 200 años de historia cívico-política aún no ha alcanzado la madurez que sus dirigentes necesitan para conducir un país y un pueblo hacia un horizonte de progreso y bienestar cierto y real, con innegable equidad para sus habitantes y generaciones futuras.
Hemos ingresado al Siglo XXI, y si queremos ver una incontrastable realidad nos desplacemos unos cuantos kilómetros, en cualquier dirección, y veremos que en todas las zonas rurales que rodean a la ciudad observamos niños y jóvenes que en vez de estar asistiendo a "su escuela” están trabajando por unos cuantos pesos que son los que tal vez le permitan continuar sus estudios el resto del año.
Aquí cabe esa abstracción ineludible del Estado, el Gobierno y sus funcionarios que gozan de altos privilegios desde donde ven esas irrebatibles condiciones de quienes serán el futuro, y que con extrema liviandad pronuncian: "’estamos trabajando para revertir esa situación”.
En ese devenir está la Educación y en ese proceso están nuestros hijos que van a escuelas privadas porque les toco en suerte y están los otros que deberían ir a la escuela pública, pero una franja están en las cosechas y otra franja no van porque hay huelga, paros y reclamos de sus "señoritas” y "profes” que reclaman por sí un respeto a su dignidad, y por sus alumnos porque cada día ven más comportamiento político de una dolorosa y paupérrima Educación que no va llevando a un camino sin retorno.
Todos los años hay cambios en la estructura formativa de esa currícula o contenidos que deberán ser transferidos a los educandos.
Cuando no cambiamos las leyes, agregamos o modificamos las materias o espacios curriculares, denominación semántica de lo mismo pero con otro sello político de una época, o cambiamos los programas, dictamos resoluciones según interpretaciones de las autoridades que intervienen en la educación, y la lista sigue, pero eso sí: siempre pensando en el educando. ¡Que ironía mas desenfadada!.
Permisividad, facilísimo, laxitud de normas disciplinarias, valoración sobredimensionada de excusas que justifican la falta de compromiso hacia los deberes naturales del educando en su concepción como miembro activo y receptor de un sistema que se va desgranando paulatina y sistemáticamente.
El educando, el alumno, el estudiante es un ser referencial, por cuanto él será el tipo de fruto que el Árbol de la Educación dará en su momento; cuando le informemos que ha ido concluyendo cada una de las etapas de su formación; pero que no le vamos a decir si fue buena, regular o mala hasta que él viva la experiencia sobre la calidad educativa que recibió.
Entonces esa persona, que en parte fue arcilla en nuestras manos, dirá; tuve una maestra muy buena porque me regalaba la nota que necesitaba para pasar de grado, porque con tantos paros, feriados, feriados puentes, aniversarios, porque tuve que ir a trabajar, porque falté al no tener para el colectivo o unas zapatillas en condiciones, ella se ocupó que mi educación no se truncara.
Luego vino el profe que entendía cuando no cumplía, porque la escuela es un ámbito de contención, según la concepción moderna de la pedagogía en aplicación de funcionarios políticos en eventuales ejercicios de cargos de autoridad.
Y en ese institucional criterio escolar debemos extender nuestra comprensión más allá de las exigencias pedagógicas que naturalmente deberíamos ejercer frente al educando.
Entonces aquí vale preguntarnos: ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué estamos enseñando? ¿Dónde está primero nuestra formación y luego nuestra autoridad dentro del aula? ¿Por qué debo facilitarle el camino a la promoción cuando lo que honestamente corresponde es enseñarle el valor del cumplimiento del deber y la obligación como alumno? Si no es obvio la clase de ciudadano que tendremos y que tal vez un día nos gobierne.
