En esta época de crisis de dirigentes, en estos tiempos de ideales en quiebra, el periodismo debe rescatar aquellos personajes que honraron la vida y dignificaron el ser argentino. Ahora que los adolescentes pueden votar, sin tener suficientes conocimientos cívicos, es necesario que se miren en el espejo de los políticos ya desaparecidos, que ejercieron la función pública con vocación de servicio y ética ciudadana. Estamos a varios meses de las elecciones parlamentarias, y sin embargo, la mayoría de los candidatos sólo piensan afianzarse en el poder.

Muchos de ellos refugiados en las listas sábanas, que el actual y anteriores gobiernos prometieron desterrar, vienen desempeñando cargos políticos, con suculentos sueldos y prebendas, sin tener la más mínima formación ética, moral y ciudadana. La ciudadanía pensante le viene pidiendo a los políticos ética, porque de la calidad de nuestra vida política va a depender la calidad de las instituciones y de ésta última surgirá el anhelado progreso o desarrollo social.

Las generaciones actuales, de modo especial nuestros jóvenes, deben imitar a los prohombres de la historia pasada. Un ejemplo digno de imitar fue el Dr. Lisandro de la Torre, un legislador que desde su banca de senador enfrentó, en soledad la corrupción y los negociados de la década infame, durante la presidencia de Juárez Celman Siendo muy joven tomó contacto con los círculos políticos opositores al presidente de la nación, que pronto confluyeron en la formación de la Unión Cívica en 1889. A los 20 años se graduó como abogado con su tesis sobre gobierno municipal, cuya total vigencia hubiera querido ver en las provincias. Fue un ciudadano de firmes convicciones liberales, estuvo en contrapunto con una realidad social cuyo tono dominante era la gran estancia y la ganadería. Con el admirable coraje cívico que lo caracterizaba abrazó la lucha en contra de las injusticias sociales. En julio de 1890, se trasladó a Buenos Aires y participó activamente junto a Leandro Nicéforo Alem en la Revolución del Parque, que fue posteriormente derrotada.

A partir de entonces De la Torre apoyó a Alem y participó en 1891 en la conformación de la Unión Cívica Radical, y fue el puntal del nuevo partido en su provincia: Santa Fe.

En octubre de 1920, tuvieron lugar las elecciones para constituyentes, con el objetivo de reformar la constitución provincial de Santa fe. La labor de la Convención constituyente transformó a la nueva carta magna en una de las más avanzadas y progresistas de la época. Eliminó a la religión católica como un credo del Estado, dedicó un capítulo especial a los derechos laborales, creó la Corte Suprema de Justicia y un Jury de Enjuiciamiento para los magistrados.

En las elecciones de 1922, De la Torre fue electo diputado nacional y desde su banca promoverá proyectos de ley de fomento de las cooperativas y de expropiaciones de frigoríficos extranjeros.

En 1926, en vísperas de terminar su mandato legislativo, desanimado, y sintiéndose muy solo con sus ideas, de la Torre anunció su retiro definitivo de la política. EL general José Félix Uriburo que se preparaba para derrocar a Hipólito Yrigoyen con el apoyo de los sectores conservadores le ofreció el cargo de Ministro del Interior en el futuro gobierno revolucionario, ofrecimiento que rechazó de plano como buen demócrata. Diría entonces: "el programa de Uriburo es más amenazador que el de Yrigoyen. El General desconfía de la capacidad del pueblo para gobernarse, no cree en la elevación moral de los hombres políticos y atribuye a las instituciones libres vicios orgánicos que la conducen a la demagogia. Yo creo exclusivamente en el gobierno de la opinión pública”.

(*) Licenciado en periodismo y dirigente vecinal.