La enorme destrucción causada por el terremoto que asoló a Haití, el martes pasado, ha sido calificado por las Naciones Unidas como una catástrofe histórica, tanto por la gigantesca devastación del sismo de más de 7 grados Richter que causó la muerte de unas 50.000 personas y 250.000 heridos, como también por las condiciones del empobrecido país caribeño.

Según la oficina humanitaria de la ONU, con sede en Ginebra, nunca la organización ha tenido que hacer frente a circunstancias similares: "Nos encontramos con un país decapitado, sin estructuras políticas o gubernamentales en las que apoyarnos", para llevar a cabo las labores de ayuda y rescate, afirma un comunicado. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, llegará hoy a Puerto Príncipe para evaluar sobre el terreno las necesidades de asistencia humanitaria y la escala del desastre natural, y coordinar la ayuda internacional de 560 millones de dólares, solicitada por el organismo multilateral, al margen de las asistencias directas de cada país. Al respecto, el presidente colombiano, Álvaro Uribe, propuso crear un gran fondo mundial para la reconstrucción de Haití, en el que se asignen actividades específicas a cada país que esté dispuesto a ayudar, en tanto Francia pide que se condone la deuda que Haití tiene contraída con el Club de París y de toda la deuda externa, que en julio pasado ascendía a 1.885 millones de dólares.

El caos que vive Haití es mucho más que la secuela de uno de los mayores cataclismos que se conocen, porque se sumó a otras contingencias naturales que la azotaron hace dos años y al colapso -también histórico- de todas las estructuras políticas, económicas y sociales.