Si algo ha quedado claro, luego del primer discurso de la nueva presidenta, es que Brasil es un país decidido a no mirar hacia atrás, diferenciándose claramente del nuestro. Con un tono conciliador y respetuoso de la libertad, Rousseff indicó que "el Brasil del futuro será exactamente del tamaño de aquello que, juntos haremos por él hoy. Una vez más extiendo mi mano a los partidos de la oposición. No habrá de mi parte ni de mi gobierno discriminación, privilegios o intimidación".
Lula, un humilde obrero metalúrgico sin estudios, pudo cambiar el curso del desarrollo de Brasil. Ahora, Rousseff, ex guerrillera que fue torturada durante la dictadura, dice estar dispuesta a dar vuelta otra página de la historia, pero no por haberse convertido en la primera presidenta de ese país, sino porque no desea que el debate sobre el camino a seguir se vea anclado por los errores y las páginas oscuras del pasado.
Dos afirmaciones de su discurso merecen destacarse, ya que en ellas puede observarse la diferencia de visión sobre la historia, el presente y el futuro, respecto a la Argentina de hoy. La primera: "Entregué, como muchos aquí presentes, mi juventud al sueño de un país justo y democrático. Soporté las adversidades más extremas infligidas a todos los que osamos enfrentar el arbitrio. No tengo ningún arrepentimiento, pero tampoco tengo resentimiento o rencor". En estas palabras se manifiesta un notable contraste con los discursos de otros líderes de la región y el alejamiento del rencor que, como afirmaban los filósofos griegos, es la "enfermedad del ayer". Es que sin la cicatrización y la curación del pasado es imposible el caminar hacia un futuro esperanzado. Y en momentos en que en varios países de América latina los medios de comunicación se encuentran bajo fuerte presión de algunos gobiernos, Dilma Roussef intentó poner distancia, reiterando su compromiso con la prensa independiente.
La segunda afirmación revela un genuino concepto de libertad y de los derechos humanos, sin los cuales no puede consolidarse el progreso: "Prefiero el ruido de la prensa libre al silencio de las dictaduras". Para una región donde la ruptura y la venganza son notas características de la política, lo expresado por la nueva presidenta del Brasil señala una continuidad que significa una verdadera revolución democrática.