El Himno Nacional Argentino cumplió ayer dos siglos desde que la Asamblea del Año XIII encomendara la música a Blas Parera, que tardó cuatro años en componerla, y su letra a Vicente López y Planes, a fin de que la canción se convirtiera en un símbolo patrio tan identificatorio como la bandera y el escudo.
Ninguno fue un improvisado. Vicente López y Planes estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y se doctoró en Leyes en la Universidad de Chuquisaca. Participó en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, apoyó a la Primera Junta y ocupó la presidencia provisional entre el 7 de julio y el 18 de agosto de 1827. Por su parte, Blas Parera se radicó en Buenos Aires en 1797, fue organista en la Catedral metropolitana y en iglesias porteñas y participó como voluntario en la defensa de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas. Por el tiempo en que tardó en componer la bella música, cobró 200 pesos de entonces. Esto señala el profundo espíritu patriótico que llevó a crear una canción para la historia, como hizo Manuel Belgrano con la enseña nacional.
Estos 200 años del Himno carecieron de los festejos centrales de otras conmemoraciones bicentenarias lo que dio lugar al rechazo de los revisionistas ideológicos cercanos al poder, como se en otros cuestionamientos, incluyendo campañas para descalificar a próceres de parte de historiadores de izquierda. La canción patria original ha sufrido alteraciones, por razones prácticas al omitir estrofas referidas a la conquista española.
Pero ahora, Jorge Ceballos, referente de la agrupación Libres del Sur, impulsa un cambio en la letra porque quiere que se reconozca a los pueblos originarios en su lucha contra el opresor. Es decir, la izquierda hace una embestida a modo para tantear a la opinión pública, pero en el fondo la trama ideológica sigue los pasos de los atropellos del chavismo en Venezuela.
Ya el revisinonismo alentó a tocar el Himno al compás de tango, cumbia, rock y hasta música electrónica, entre otros ritmos, para "’quitarle el tono de marcha militar”, sin advertir que el origen marcial proviene, precisamente, de aquellos años de las guerras épicas por la independencia.
Si es necesario rendir un justo reconocimiento a los pueblos originarios, se debería hacer desde el respeto que merecen sus descendientes que reclaman reinvindicaciones históricas con hechos palpables, no con una estrofa del Himno Nacional, que es un sentimiento de argentinidad, por encima de ideologismos que manchen una canción tan bella que brilla también a nivel internacional.
