Frente a las gravísimas y continuas transgresiones a los derechos humanos que ocurren actualmente en el mundo entero, es importante recordar los fundamentos y alcances de aquella. En ese sentido, más que oportuna es la reciente Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe “Dignitas infinita sobre la dignidad humana” (8/4/ 2024). El aporte de la Iglesia Católica sobre este tema es innegable. También es innegable que lo hace en línea con su misión. Bien decía San Pablo VI que: “ninguna antropología iguala a la antropología de la Iglesia sobre la persona humana” (Audiencia General del 4 de septiembre de 1968: Insegnamenti VI 1968, 886). 

Características de la dignidad humana

En primer lugar, debemos tener presente, tal como señala la Declaración, que la dignidad humana no es una invención. Ni la Iglesia, ni el Estado, ni ninguna autoridad crea el concepto de dignidad humana. “La dignidad de la persona responde a la naturaleza humana y va más allá de cualquier cambio cultural” (Dignitas infinita, 6).

En segundo término, la dignidad humana es un concepto universal que alcanza a todas las personas, independientemente de sus circunstancias: “el ser humano tiene la misma dignidad inviolable en cualquier época de su historia” (Francisco, Cart. enc. Fratelli Tutti n. 213). Y ello tiene sus fundamentos en la raíz ontológica de la persona. Efectivamente, ya Boecio (Filósofo latino, 524 d.C) enseñaba que Persona es la sustancia individual de naturaleza racional. Una “substancia” es aquello que existe en sí mismo o por sí mismo. La sustantividad es principio de todo el dinamismo humano. La dignidad de la persona procede de su dimensión de subsistencia. Su dignidad le viene a la persona de su misma naturaleza, por lo tanto, contraponerlas es destruir el concepto mismo de persona. Esta dignidad ontológica, nunca se puede anular o perder (Declaración “Dignitas Infinita”, n. 7). Cuando se abandona este realismo ontológico, surge una endeble concepción de la dignidad de la persona fundada en criterios puramente accidentales. Y la puerta queda abierta a las más aberrantes violaciones a la dignidad humana.

“Entre todos los seres creados, la persona humana es la única que puede descubrir el sentido de su vida, conocer el camino del bien y darle una orientación a su vida.”

Dimensiones de la dignidad humana

El Documento habla de una cuádruple distinción del concepto de dignidad: ontológica, moral, social y existencial (Declaración “Dignitas Infinita”, n. 7). Me detendré en la dimensión moral. El mismo concepto de persona hace referencia a un ser creado con inteligencia, libertad y conciencia moral. Entre todos los seres creados, la persona humana es la única que puede descubrir el sentido de su vida, conocer el camino del bien y darle una orientación a su vida. La libertad, por su parte, el punto más alto de su dignidad, le permite, no por instinto ni por coacción externa, actuar según su libre elección en la búsqueda del bien. Mientras que la conciencia moral le permite advertir la bondad o malicia de sus decisiones. Siempre existe la posibilidad de actuar contra los dictados de la conciencia, provocando daños inimaginables a otros. Llegando incluso a cometer verdaderos atropellos a la dignidad de la persona. En ese caso nos habremos comportado de un modo no digno, habiendo perdido todo rastro de dignidad moral. Viene bien recordar las palabras de Albert Einstein (Físico, 1879-1955): “Solamente la moralidad en nuestras acciones puede darle belleza y dignidad a la vida”.

 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo