En medio de la polémica que atraviesa la Fundación Madres de Plaza de Mayo, su presidenta Hebe de Bonafini, recibió el premio Rodolfo Walsh "por su aporte a la comunicación y a los derechos humanos”, entregado por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata.
No son pocos quienes han demostrado su rechazo a esta iniciativa, como la hija del escritor Rodolfo Walsh y ex diputada por Izquierda Unida, Patricia Walsh. Para ella "fue una sorpresa inquietante y triste que la persona que ha sido seleccionada sea Bonafini. Elegir a Rodolfo para quedar bien en tiempos de campaña electoral con el oficialismo es pésimo, lamentable, patético y muy poco inteligente”.
Resulta claro que los elegidos últimamente para otorgarles este premio no se caracterizan por sus aportes a la comunicación. El pasado 28 de marzo, la misma unidad académica platense otorgó igual reconocimiento al presidente de Venezuela, el autoritario Hugo Chávez, por sus aportes a la "democratización de la comunicación”. La memoria recuerda varios casos de agresiones y ataques verbales a la prensa por parte de la presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo. El 7 de este mes, con motivo de celebrarse el Día del Periodista, hizo un sugestivo saludo: "Los grandes medios, los que siempre estuvieron con la dictadura, los que siempre estuvieron con la derecha, los que siempre estuvieron con la oligarquía, esos no son periodistas, son pura basura y ahí están entre la basura”. Fue la misma que el 29 de septiembre de 2010, en medio del debate por la nueva ley de medios audiovisuales, sugería: "Si la ley no sale, hay que arrancársela con todas las fuerzas”, y quien cuando comenzaron a publicarse las denuncias de irregularidades en la administración del programa Sueños Compartidos y que hoy investiga la Justicia por los presuntos delitos de fraude al Estado y lavado de dinero señaló: "Hay demasiada sangre vertida como para perder el tiempo en pelot…”.
Resulta claro que donde el lenguaje se corrompe, algo más que el lenguaje se corrompe. El deterioro de las instituciones y la indigencia del lenguaje no son equivalentes, pero se complementan. Siendo así, no es casual que en nuestro país coexistan las peores embestidas contra la libertad de expresión y la siembra de inmundicia verbal con la que se trata de embadurnar a sus voceros, incluso por quienes son premiados por no emplear el lenguaje como instrumento de comunicación sino de violencia, desprecio y maltrato.
