Por trivial, romántico y extremadamente sentimental este tema no ha sido abordado por los lingüistas ni por los sociólogos ni filósofos. Pero para los comunicadores que consideramos otros perfiles de lenguaje, quizás más emocionales y que ponen más cerca a emisores y perceptores la temática que hoy nos ocupa, no debiera morir nunca ni caer en desuso porque hasta el plano literario existe el estilo epistolar que ha sido analizado en profundas investigaciones a cerca de los prohombres de la historia y sus secretos. Lo cierto es que las cartas de amor y hasta el piropo lisonjero se perdieron con el rumor del siglo XX y la bulliciosa tecnología.

Hace muchos años Abraham Moles hablo de las "ciento cuarenta herramientas” con las cuales el hablante se movilizaba en una sociedad alienada, anónima, callada, dando vida así a "la anemia semántica”, es decir, una perdida de vocabulario cada vez mayor. Hoy el Twitter reduce la expresión a 140 caracteres. No sé si es una coincidencia o una consecuencia poco feliz de nuestro lenguaje que tiene miles de palabras para conceptualizar, definir, calificar y dar forma a un texto persuasivo, elevado y noble.

Las cartas de amor no deben dejar nunca su puesto de privilegio en el alma de los enamorados y ningún mensaje de texto, ningún mail, ningún Facebook pueden reemplazarlas por que su mensaje llena de plenitud el corazón y obliga a repensar las ideas una y otra vez; nos permite el vuelo poético, el juego de palabras y la alegría de abrir y descubrir lo que muchas veces se calla. El piropo quizás derivado de ambientes no tan elegantes pero si muy populares tiene que seguir la ruta que le marca el camino de la literatura paralela, de la voz del pueblo o alrededor del fogón, al amparo de las tradiciones porque siempre habrá un alma de mujer latiendo y un caballero presuroso que quiera pronunciarlo: "los claveles de tu boca hoy me tienen prisionero quien pudiera ser la llave o quizás el carcelero…”

Este ejemplo nos retrotrae a otros tiempos no tan lejanos donde era muy habitual el tratamiento mágico de la palabra encantada, la que lleva el "plus” de la conquista. Sin pretender que los jóvenes de hoy ejerciten esta hermosa actividad podemos solo aspirar que los sentimientos los mantengan puros; que no utilicen la agresión verbal y que hagan del amor el vocablo inconfundible de la más permanente comunicación.