"No puedo creer las noticias de hoy. No puedo cerrar los ojos y hacer que desaparezcan", así comienza la letra de la canción "Domingo, sangriento domingo", un viejo hit del grupo U2. Hacía referencia a la masacre del 30 de enero de 1972, cuando paracaidistas británicos abrieron fuego contra manifestantes norirlandeses católicos que marchaban por la injusta detención de varios sus líderes. Trece inocentes murieron aquel día.

Hoy la frase podría estar dirigida a la inmensa ola de violencia que se vive en el continente americano, y que ha tenido en los últimos días un alarmante aumento. De hecho, si repasamos la reciente semana, esta comenzó con el informe de la Defensoría del Pueblo de Ecuador, que dio a conocer que eran siete los muertos y 1.340 los heridos que resultaron de las virulentas manifestaciones -y la consecuente represión- que se habían vivido en ese país luego del plan de ajuste anunciado por el presidente Lenin Moreno.

Posteriormente, el jueves, se conocía la noticia del asesinato del joven y activo concejal venezolano Edmundo Rada, del opositor partido Voluntad Popular, al que pertenece también Juan Guaidó. Fue hallado al costado de una carretera con dos disparos en la cabeza y su cuerpo calcinado. Increíblemente, ese mismo día, la República Bolivariana de Venezuela era votada como integrante de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

La activa diplomacia cubana y la "diplomacia del dinero" de China habían logrado lo imposible: que el mundo desoyera a la expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, que -como Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos- había presentado un contundente informe donde probaba que en los últimos dieciocho meses el régimen de Maduro había realizado "7.000 ejecuciones extrajudiciales".

Luego, el viernes, asistíamos impávidos a la liberación de Ovidio Guzmán, el hijo del "Chapo", que había sido inesperadamente atrapado por la Guardia Nacional mexicana en un procedimiento casi de rutina en la ciudad de Culiacán, capital del Estado de Sinaloa.

La liberación del joven narco se produjo en un contexto en el que las fuerzas policiales se vieron completamente superadas en número y potencia de fuego por los hombres del cártel de Sinaloa que, literalmente, sitiaron la ciudad y obligaron al secretario de Seguridad Alfonso Durazo a que, con el apoyo del presidente López Obrador, ordenara de forma inmediata la liberación del detenido.

El pretexto era salvaguardar la integridad y la tranquilidad de la sociedad, pero, evidentemente, esta decisión escondía la incapacidad de las fuerzas del orden para custodiar el inesperado trofeo. El triste espectáculo desnudó toda la debilidad del gobierno mexicano y reavivó el debate en torno a si ese país es un "narcoestado" o un "Estado fallido".

Estos hechos obligan a analizar las conductas de nuestras sociedades, que han convertido a Latinoamérica en una región extremadamente violenta, incluso por sobre África, un continente que tiene problemas de esclavitud, tráfico de seres humanos, graves problemas sanitarios, conflictos étnicos y religiosos y guerras civiles e interestatales.

Por ejemplo, de acuerdo a un estudio de las Naciones Unidas, entre el año 2000 y 2018 más de dos millones y medio de personas han muerto violentamente en América latina, esa es una cifra que casi iguala la totalidad de los habitantes de grandes ciudades como Buenos Aires, Belo Horizonte o Guayaquil.

Sólo en Brasil, según un informe del Atlas de la Violencia 2018 publicado por el gobierno federal, en los últimos diez años han sido asesinados 553.000 ciudadanos, lo que lo convierte en el país más violento del mundo. Ya en 2017, un informe del "Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal", una ONG mexicana, exponía que las diez ciudades más violentas del mundo eran latinoamericanas, ocupando las venezolanas Caracas y Valencia dos de los tres primeros lugares, acompañadas por San Salvador en cuanto a números totales, mientras que Caracas, Acapulco y San Pedro Sula ocupaban el podio en cuanto a los números proporcionales.

La fundación estadounidense "InSight Crime", dedicada al estudio de las amenazas a la seguridad nacional y ciudadana, determinó que las altísimas tasas de homicidios en Latinoamérica obedecían a la aparición de una mayor cantidad de grupos vinculados con el crimen organizado, al aumento de la drogadicción, las disputas por el control de rutas vinculadas al narcotráfico, la corrupción existente en los países de la región y la incapacidad de los gobiernos para asumir el problema y llevar adelante políticas necesarias para combatir el crimen.

Hoy, este tipo de conflicto ha sido identificado como "guerra civil molecular", un concepto nacido de la mano del alemán Enzensberger, que sostiene que los Estados -"post Guerra Fría"- han sufrido una pérdida de autoridad, lo que ha permitido la aparición de una violencia urbana que deriva del surgimiento de organizaciones delictivas que no responden a un control centralizado, que poseen un "comandante invisible", que están integradas por jóvenes motivados por una agresión vacía y el consumo de estupefacientes, que operan en amplias áreas marginales "sin ley", que se benefician de la falta de formación y voluntad, cuando no la cooptación, de los políticos para acabar con este flagelo y que crecen ante la indiferencia de la sociedad.

La experta hindú Swadesh Rana se inclina por el concepto de "guerra de cuarta generación", que despega de las formas tradicionales de hacer la guerra, ya que en esta nueva modalidad no aparecen claramente los objetivos propios de una guerra convencional, es decir que no existen adversarios identificados y organizados, no hay líderes hostiles, campos de batalla o líneas de frente, ya que esta vez la sociedad civil tiene al enemigo dentro.

Lamentablemente, según un documento formativo emitido por la Escuela Superior de Guerra de la Argentina, los gobiernos de la región tienden a retraerse, cuando no a apartarse, de sus responsabilidades para con sus ciudadanos, y niegan, ocultan, relativizan o ignoran los problemas vinculados al narcotráfico y la violencia urbana, en la ridícula creencia de que al no reconocerlos va a disminuir su impacto en la sociedad, al tiempo que eluden la responsabilidad de enfrentarlos y resolverlos.

Solo Venezuela escapa a esta dinámica, donde el crimen está más asociado a la pérdida de la calidad institucional, al deterioro de la situación política y económica y a la evidente falta de legitimidad de las autoridades nacionales.

En algún momento Bono, la voz de U2, en la misma canción, expresa: "y la batalla no ha hecho más que comenzar. Hay muchas pérdidas, pero ¿puede alguien decirme quién ha ganado?". Más que una metáfora. Quizá haya llegado la hora de dejar de buscar solo externamente a nuestros enemigos, simplemente están en casa. Somos nuestra principal amenaza.

 

Enojo. Ecuador, como otras naciones, vivió horas violentas. Ahora se suma Chile y sus manifestantes enojados por los precios del pasaje de subte.

 

Aumenta la tensión en Chile

 

El general de división del Ejército chileno, Javier Iturriaga, responsable de la seguridad durante el estado de emergencia en la capital del país, ordenó ayer un nuevo toque de queda "para proteger la vida de todos" ante el agravamiento de los disturbios, que han dejado ocho muertos.

La Armada también determinó esa medida para la región de Valparaíso y para la sureña provincia de Concepción, según los gobiernos regionales de ambas zonas. El nuevo toque de queda en Santiago, que se suma al que se determinó este sábado, regirá hasta las 6 de la mañana de hoy, tras el aumento de barricadas, incendios y saqueos, en medio de las protestas en contra de la desigualdad social en el país.

La cifra de muertos en los disturbios ascendió a ocho. Se confirmó el hallazgo de un cadáver en un supermercado incendiado ayer en la madrugada, que se suma a otras dos víctimas mortales en un hecho similar. Las calles de Santiago se han convertido en tierra de nadie a pesar de la presencia de miles de militares desplegados, y los estados de emergencia y toques de queda no evitan los saqueos y disturbios en la capital, donde se reproducen en cada barrio vecinos haciendo cacerolazos. La ministra de Transportes, Gloria Hutt, indicó que la red del metro de Santiago estará cerrada hoy, con excepción de la línea 1.