La racionalidad intelectual de quienes sostienen la influencia sobre la vida de individuos que están en formación intelectual y cultural, hacen del hambre un estigma social sobre el cual vuelcan sus ideas y criterios mostrando una posición y un comportamiento público que los releve de toda responsabilidad política, y más aún cuando se trata de niños, jóvenes y adolescentes.

Invocaciones retóricas tales como: "’El hambre es un flagelo de la humanidad”; "’El principio de los males es el hambre”; "’Aún en países ricos el hambre está presente”; "’El hambre y la salud”; "’El hambre y la sociedad” o "’El hambre y la educación” son frases más caracterizadas de slogan para mostrar pseudas iniciativas políticas, que expresiones que conlleven a medidas de soluciones de fondo.

Institutos, centros de estudios de investigaciones sociales, organismos oficiales, organizaciones, investigadores han concluido con palmarios resultados que muestran en este aspecto de la humanidad, que no excluyen cualquier otro, a una Argentina cruel en su dura realidad, pues al comenzar el presente siglo, los comedores escolares tuvieron una profunda tendencia de incidencia en la Educación Pública in crescendo y sostenida.

En el año 2000 se toma esta medida política para paliar la crisis que provocó un fuerte ascenso de los índices de pobreza. En el año 2001 más del 28% de la población estudiantil recibían un desayuno o ración de emergencia nutricional; medida que no fue socialmente efectiva pues ya en el año 2009, el universo de educandos estatales en desamparo alimenticio subía al 48% del espectro nacional; índice que en el año 2012 se sostiene en algo más del 25% de los niños en edad escolar de todo el país.

La alimentación estatal cubre raciones de desayuno, almuerzo y refrigerio con diversidad de criterios entre las 24 jurisdicciones provinciales en razón que cada autoridad política y educativa determina los métodos y procedimientos a aplicar en este tema.

Desde el Ministerio de Educación no se ha instrumentado de manera catalogada, direccionada y supervisada "’in situ” y en el momento en que es brindada esa alimentación a los niños y jóvenes, una dieta equilibrada y balanceada con intervención de profesionales nutricionistas que indiquen y aconsejen el nivel alimentario apropiado a la edad, a las carencias nutricionales, a los requerimientos apropiados que apuntalen y refuercen las exigencias intelectuales de los educandos.

Los especialistas de la nutrición hacen hincapié en que la función de los comedores escolares deberían cumplir un rol social con proyección profesional desde el momento en que tendría que ser complementario de la alimentación familiar a través de registros individuales de los alumnos que informen la dieta alimentaria que reciben en sus casas, y la que les brindaría los comedores escolares en las escuelas. De llegar a esa instancia de calidad institucional se lograría disminuir los índices que muestran problemas acentuados que afectan el desarrollo y el aprendizaje como el sobrepeso y la obesidad que inciden en 3 de cada 10 educandos; el retraso de crecimiento en el 10% de la población infantil o el ayuno matutino, entre otros aspectos de la salud y la educación.

En este esquema de políticas sociales, el Programa Comedores Escolares no hubiera sido posible su implementación sin la colaboración forzada de los directivos, quienes deben planificar y organizar las diversas tareas que a diario demandan su funcionamiento, además de convencer y hasta rogar a madres y colaboradoras de su participación cuasi obligada para la preparación de las raciones. En este punto, la Educación es el área que siempre es castigada por las mismas autoridades del gobierno que deciden, desde una supremacía y competencia de poder, desvalorizar los tiempos educativos, verbigracia: son más importante los feriados puentes que los días de clase, restarle tiempo a las actividades escolares en pro de una estrategia alimentaria; retirarlos del horario áulico para que realicen otras acciones como su participación en centros de estudiantes.

(*) Docente.