Hay coincidencia en todo el arco político, donde se han exteriorizado distintos diagnósticos, propuestas y concepciones económicas, que es preciso despejar cuanto antes la fuerte recesión económica, agravada por las consecuencias que ha acarreado la inédita pandemia. Hay un alineamiento en la idea de crecer y redistribuir, es decir, en el objetivo del crecimiento económico que recupere lo perdido y pasar a cifras positivas de aumento del PBI, para sobre esa plataforma transitar al estadio del desarrollo. Un desarrollo concebido como fruto económico que consiga incluir suficientes grados progresivos de un reparto justo del excedente económico-productivo. Se trata de una realización de la economía con la gente adentro, es decir, una economía con rostro humano, y no solo la simetría de los números de una hoja de balance.

Las diferencias, que existen, sin embargo, están en otro lado, en la modalidad o formas instrumentales y organizativas de concretar el crecimiento y el desarrollo humano de la economía. Y si se habla de la modalidad de la realización de los objetivos generales de la cuestión económica hay que situarse, entonces, en precisar cómo ordenar los medios o las medidas económicas que conforman el esquema económico que aproxima a los fines propuestos. Es en este esquema de medios o herramientas instrumentales donde vale la pena acentuar la enorme gravitación que puede tener para una más pronta recuperación económica, el tema de los costos productivos, como medios de la economía para incluir a las personas en el sistema de consumo de los bienes y servicios, para dejar a la zaga los umbrales de atraso y pobreza. Es que el nivel y la magnitud relativa de los costos productivos dependerá de que haya precios que sean sinónimo de accesibilidad suficiente a los bienes y servicios y que a la vez proporcionen salarios y una ganancia empresarial razonable. Dicho de otro modo, se necesita una concepción concreta de medios realizables que le garanticen a la economía dos cosas: primero, una rentabilidad a todos los factores de la economía, y a la vez que, los productos resultantes de la actividad de tales factores sean pagables por el consumo. Porque de nada serviría proyectar una cadena de producción y comercialización rentable si tales proyecciones no se pueden realizar en la venta a través del pago final que lleva a cabo la función del consumo o la demanda agregada.

Hay que buscar que los costos productivos dependan de precios que permitan acceder a los bienes y servicios y que a la vez proporcionen salarios y una ganancia empresarial razonable.

En este marco de situación hay ciertos costos de producción que por su cualidad estratégica y centralidad, deben tener una regulación concertada para que hagan viable a la economía desde el primer eslabón hasta el último. Por ejemplo el gas oil que es un insumo que corta transversalmente toda la producción, pasando por la comercialización, el transporte y el consumo, no puede estar librado a la sola obtención de un lucro, sin mirar qué impacto tiene en el resto de las variables de costos de la economía. Es constatable en todo el mundo que los estados, de un modo directo o indirecto, intervienen en la atenuación relativa de diversos costos seleccionados por su alto impacto inicial, medio y final.

Algunos algunos costos productivos claves o estratégicos, deben tener una especie de administración concertada entre lo público y lo privada, para que no se desentienden de una relación armónica y no exorbitante con el resto de los insumos y con los ingresos de la economía que son, en definitiva, los que solventan a través de la adquisición de los bienes y servicios, todas la erogaciones que necesariamente hay que objetivar para que la economía se reinicie en cada nuevo ciclo.

 

Por Dr. Mario Alfredo Luna y el 
Prof. Fabián Alberto Núñez